Pablo Chavarría
4 mayo 2011, 00:49
Todos los días el arte
La canción que se canta para ir al trabajo, la charla con los amigos, los almuerzos, incluso la ropa que utilizamos; el arte está presente en cada momento de nuestra vida y se debe a que, además de ser sublime, sigue y seguirá siendo, un invento humano.
Te doy una canción
La forma de arte, más reproducida y reproducible es; sin lugar a dudas, la canción. Aunque no todas las culturas han transmitido mensajes cantando, las sociedades modernas sí lo hacen: legado indiscutible de todos los movimientos de Nueva Canción y aunque me cuesta admitirlo, de la grabación, radiodifusión y comercialización por parte de la industria discográfica.
La canción ha acompañado al ser humano, como especie, desde hace siglos ya y es fundamental para el humano, ahora como individuo, en el desarrollo de su vida.
La simbiosis letra-melodía permite que la canción transfiera el mensaje, cualquier mensaje, a las masas que están atentas no solo intelectualmente, sino también, sensorialmente. Esto se debe a que es más fácil memorizar palabras, las cuales las usamos desde pequeños a recordar una clave melódica. Aprendemos a hablar desde niños, pero las partituras se conocen hasta que ya estamos un poco más viejitos.
La canción normalmente nos conmueve por sus valores musicales (melodía, ritmo y armonía) pero se queda en los sentidos por el significado que le damos a ciertas palabras. Nótese que digo "que le damos" y no "que tienen" puesto que para la trascendencia de un mensaje es necesario el intelecto del receptor; pero de esto hablaremos más tarde.
Hay canciones de camino al trabajo, en casa, en las escuelas. Los himnos nacionales (sin caer en nacionalismos); las canciones populares, las no tan populares, las muy comerciales; las hay de luto, de alegría, canciones de iglesia y de protesta, de todo tipo y en toda lengua (creo). En fin, todos los días hay canciones y de éstas, hay para todos los gustos.
Te cuento...
El cuento es un género tan difundido como la canción, quizá más; pero siempre quedará el debate de la intención estética, cuestión que en definitiva, no abordaré.
Para hablar usamos cuentos (función narrativa del idioma), pues necesitamos de ellos para comentar cómo estuvo el fin de semana, el merengue que se armó en casa de la vecina, la infidelidad del marido; casi todas las situaciones de la vida merecen un cuento o dos y si no, ¿para qué vivirla?
El cuento, al parecer, es más viejo que la canción; pero hay siempre puntos comunes en los que tuvieron que encontrarse. Recordemos que la tradición oral es la que aún prevalece no solo entre estos dos hermanos, sino en el lenguaje de uso cotidiano.
¿Dónde hay cuentos? Igual, en todas partes y también hay muchos géneros; hay cuentos didácticos (el de la amiga que superó el cáncer, por ejemplo) como también de ficción (casi todos los de ligue... Ficción y no mentira, eh), también hay relatos extraordinarios (de por qué nos retrasamos para una cita) hay crónicas de viaje, autobiográficos, etc., etc. ¡Ah! y no se olviden de revisar los periódicos, allí sí que se ven cuentos todos los días.
¿Qué hay de comer?
La gastronomía es otra forma de arte cotidiano. ¿Cómo decir que no a un buen plato de comida casera? Mejor si es de la que hace tu mamá y que siempre resulta memorable... o la que se cocina en pareja y que, de hacerse bien, colmará de miel, la casa entera.
Aunque es bastante informal, por el eterno problema del sazón (el sabor particular que da cada quien a la comida). No se ha podido caracterizar esa alquimia tan particular y tan fantástica con que los alimentos, ofrendan su sabiduría milenaria a la voluntad de cocineros y cocineras en todo el mundo.
Y el arte va más allá del sabor, hay que ver como se sirven los platos de jugosa carne, el vapor sugerente de las verduras, el brillo dorado de las pastas y la quietud tensa de sopas, caldos y cocidos. Hay que ver los postres coquetos, las pequeñas selvas de las ensaladas, las guarniciones que se forman como grupos de soldados diminutos y el pan... ¡Madre mía, el pan! Que nunca falte el pan en una mesa.
La gastronomía no es fiesta exclusiva para el paladar y el olfato, también están las imágenes en la cocina: los tenedores parecen un paisaje de hielo, una cueva metálica y en cuanto a sonidos, además de repiques y tintines, tenemos el grito entre dientes del aceite que al hervir, lucha por no mezclarse con el agua.
Es arte la comida y ni no hay quien lo discuta.
Prenda mía
De esto sé muy poco. Soy un tipo que se viste normal, sin muchos brillos y que busca la comodidad y lo práctico por encima de todo. Incluso hay prendas, la mayoría de uso femenino, cuyo nombre desconozco.
Pero sé reconocer que la gente hace maravillas con la vestimenta. Parece trivial que me fije en estas cosas, pues es un arte quizá con menos contenido intelectual; sin embargo creo que tiene una gran expresión estética.
Lo que llama mi atención, son las distintas maneras en que pueden mezclarse formas, colores, texturas e incluso materiales. Además, la vestimenta no es algo para verse simplemente, el movimiento de todos estos recursos plásticos, le da un valor adicional que a veces el arte visual estático, no posee. Este arte baladí, banal, frívolo o como quiera llamárselo, parece destinado solamente para la atracción del sexo opuesto... ¿Esto carece de valor? No opinaré.
Oh Poema
¿Hasta dónde llega realmente lo poético? Preguntando esto no llegaré a ninguna parte, pues la poesía es material en constante ebullición... una pieza inacabada.
Como aprendiz de escritor, lo que más valoro de la poesía es la necesidad de conocer todos los recursos del idioma y cuando digo todos los recursos del idioma, quiero decir ¡Todos! No es posible encasillarla aquí o allá, como no es posible exigirle a un poeta que haga aquello o esto, al final, no podría decir si la poesía está o no en las situaciones más cotidianas; sin analizar cada uno de sus matices y esto me llevaría, sí, toda la vida.
Hay ejemplos muy notarios de cómo la poesía se ha infiltrado en la conciencia colectiva de los pueblos y en las razones individuales de cada ser humano. Voy a mencionar dos ejemplos solamente, para cortar y terminar el tema.
Cuando José Martí hizo los Versos Sencillos quiso hacer algo que en realidad, es bastante complicado. Octasílabos, muy sonoros, libres de toda pretensión, incluso del deseo de "juguetear" con el lenguaje y retorcer los significados; Martí trató, con una de sus obras más queridas, llegar al alma de la gente.
¡Y vaya si ha llegado! Apoyado por el elemento popular por excelencia, la canción, La Guantanamera llevó versos de Martí a todo el mundo y mucha gente, sin nacer en Cuba, supo la alegría implícita en la amistad, en la sinceridad y en la integridad... Valores difíciles de definir, sin el genio de José Martí.
Algo similar viví con Mario Benedetti. Cuya poesía, sublime, me parece surgida de una o varias personas con las que he conversado y que no saben un quinto de hacer poemas. Por culpa de Mario muchos oficinistas, gente de a pie, de carne y hueso empezó a leer poesía. ¡Qué alegría! Y ya no era todo aquello de buscar significados, de descifrar mensajes, de desenterrar cosas perdidas... A Benedetti se le entiende con el corazón y las entrañas, porque allí se siente.
Maestro de las sensaciones, Mario dejó claro que se puede escribir brillantemente sin acudir al galante filo de la espada heroica; cuando bien una maceta, un florero, los zapatos olvidados debajo de la cama, sirven para decir "te quiero". (Y más, no me malinterpreten).
El arte de ser humano
El arte es sublime sí, maravillosa sí, genial sí, celestial... no sé... Es un invento humano, concebido por los humanos y para los humanos.
Me sorprende a veces ver que una persona se fije en tal o cual palabra, en el retazo de un poema y que otra, su vecina, se fije en el retazo de junto y que las dos luego se miren asombradas, tratando de encontrar la razón del desacuerdo.
A menudo escucho y leo que los poemas y canciones dicen cosas que "yo siento". Cómo quisieran los escritores sentir exactamente lo que otras personas, meterse en su pellejo y anotar todo lo que han descubierto, aquello que se oculta detrás de la mirada.
Resulta que el lector u oyente, a entrado en resonancia... desgraciadamente solo podemos sentir de una manera y de esa manera solemos escribir. Es el intelecto de las personas, otros humanos, lo que termina de abrir la semilla de lo escrito para hacerlo germinar, de mil maneras.
Pero no me hagan caso... valen más sus opiniones, que mis conclusiones tímidas. Así que, ¡A opinar!
La canción que se canta para ir al trabajo, la charla con los amigos, los almuerzos, incluso la ropa que utilizamos; el arte está presente en cada momento de nuestra vida y se debe a que, además de ser sublime, sigue y seguirá siendo, un invento humano.
Te doy una canción
La forma de arte, más reproducida y reproducible es; sin lugar a dudas, la canción. Aunque no todas las culturas han transmitido mensajes cantando, las sociedades modernas sí lo hacen: legado indiscutible de todos los movimientos de Nueva Canción y aunque me cuesta admitirlo, de la grabación, radiodifusión y comercialización por parte de la industria discográfica.
La canción ha acompañado al ser humano, como especie, desde hace siglos ya y es fundamental para el humano, ahora como individuo, en el desarrollo de su vida.
La simbiosis letra-melodía permite que la canción transfiera el mensaje, cualquier mensaje, a las masas que están atentas no solo intelectualmente, sino también, sensorialmente. Esto se debe a que es más fácil memorizar palabras, las cuales las usamos desde pequeños a recordar una clave melódica. Aprendemos a hablar desde niños, pero las partituras se conocen hasta que ya estamos un poco más viejitos.
La canción normalmente nos conmueve por sus valores musicales (melodía, ritmo y armonía) pero se queda en los sentidos por el significado que le damos a ciertas palabras. Nótese que digo "que le damos" y no "que tienen" puesto que para la trascendencia de un mensaje es necesario el intelecto del receptor; pero de esto hablaremos más tarde.
Hay canciones de camino al trabajo, en casa, en las escuelas. Los himnos nacionales (sin caer en nacionalismos); las canciones populares, las no tan populares, las muy comerciales; las hay de luto, de alegría, canciones de iglesia y de protesta, de todo tipo y en toda lengua (creo). En fin, todos los días hay canciones y de éstas, hay para todos los gustos.
Te cuento...
El cuento es un género tan difundido como la canción, quizá más; pero siempre quedará el debate de la intención estética, cuestión que en definitiva, no abordaré.
Para hablar usamos cuentos (función narrativa del idioma), pues necesitamos de ellos para comentar cómo estuvo el fin de semana, el merengue que se armó en casa de la vecina, la infidelidad del marido; casi todas las situaciones de la vida merecen un cuento o dos y si no, ¿para qué vivirla?
El cuento, al parecer, es más viejo que la canción; pero hay siempre puntos comunes en los que tuvieron que encontrarse. Recordemos que la tradición oral es la que aún prevalece no solo entre estos dos hermanos, sino en el lenguaje de uso cotidiano.
¿Dónde hay cuentos? Igual, en todas partes y también hay muchos géneros; hay cuentos didácticos (el de la amiga que superó el cáncer, por ejemplo) como también de ficción (casi todos los de ligue... Ficción y no mentira, eh), también hay relatos extraordinarios (de por qué nos retrasamos para una cita) hay crónicas de viaje, autobiográficos, etc., etc. ¡Ah! y no se olviden de revisar los periódicos, allí sí que se ven cuentos todos los días.
¿Qué hay de comer?
La gastronomía es otra forma de arte cotidiano. ¿Cómo decir que no a un buen plato de comida casera? Mejor si es de la que hace tu mamá y que siempre resulta memorable... o la que se cocina en pareja y que, de hacerse bien, colmará de miel, la casa entera.
Aunque es bastante informal, por el eterno problema del sazón (el sabor particular que da cada quien a la comida). No se ha podido caracterizar esa alquimia tan particular y tan fantástica con que los alimentos, ofrendan su sabiduría milenaria a la voluntad de cocineros y cocineras en todo el mundo.
Y el arte va más allá del sabor, hay que ver como se sirven los platos de jugosa carne, el vapor sugerente de las verduras, el brillo dorado de las pastas y la quietud tensa de sopas, caldos y cocidos. Hay que ver los postres coquetos, las pequeñas selvas de las ensaladas, las guarniciones que se forman como grupos de soldados diminutos y el pan... ¡Madre mía, el pan! Que nunca falte el pan en una mesa.
La gastronomía no es fiesta exclusiva para el paladar y el olfato, también están las imágenes en la cocina: los tenedores parecen un paisaje de hielo, una cueva metálica y en cuanto a sonidos, además de repiques y tintines, tenemos el grito entre dientes del aceite que al hervir, lucha por no mezclarse con el agua.
Es arte la comida y ni no hay quien lo discuta.
Prenda mía
De esto sé muy poco. Soy un tipo que se viste normal, sin muchos brillos y que busca la comodidad y lo práctico por encima de todo. Incluso hay prendas, la mayoría de uso femenino, cuyo nombre desconozco.
Pero sé reconocer que la gente hace maravillas con la vestimenta. Parece trivial que me fije en estas cosas, pues es un arte quizá con menos contenido intelectual; sin embargo creo que tiene una gran expresión estética.
Lo que llama mi atención, son las distintas maneras en que pueden mezclarse formas, colores, texturas e incluso materiales. Además, la vestimenta no es algo para verse simplemente, el movimiento de todos estos recursos plásticos, le da un valor adicional que a veces el arte visual estático, no posee. Este arte baladí, banal, frívolo o como quiera llamárselo, parece destinado solamente para la atracción del sexo opuesto... ¿Esto carece de valor? No opinaré.
Oh Poema
¿Hasta dónde llega realmente lo poético? Preguntando esto no llegaré a ninguna parte, pues la poesía es material en constante ebullición... una pieza inacabada.
Como aprendiz de escritor, lo que más valoro de la poesía es la necesidad de conocer todos los recursos del idioma y cuando digo todos los recursos del idioma, quiero decir ¡Todos! No es posible encasillarla aquí o allá, como no es posible exigirle a un poeta que haga aquello o esto, al final, no podría decir si la poesía está o no en las situaciones más cotidianas; sin analizar cada uno de sus matices y esto me llevaría, sí, toda la vida.
Hay ejemplos muy notarios de cómo la poesía se ha infiltrado en la conciencia colectiva de los pueblos y en las razones individuales de cada ser humano. Voy a mencionar dos ejemplos solamente, para cortar y terminar el tema.
Cuando José Martí hizo los Versos Sencillos quiso hacer algo que en realidad, es bastante complicado. Octasílabos, muy sonoros, libres de toda pretensión, incluso del deseo de "juguetear" con el lenguaje y retorcer los significados; Martí trató, con una de sus obras más queridas, llegar al alma de la gente.
¡Y vaya si ha llegado! Apoyado por el elemento popular por excelencia, la canción, La Guantanamera llevó versos de Martí a todo el mundo y mucha gente, sin nacer en Cuba, supo la alegría implícita en la amistad, en la sinceridad y en la integridad... Valores difíciles de definir, sin el genio de José Martí.
Algo similar viví con Mario Benedetti. Cuya poesía, sublime, me parece surgida de una o varias personas con las que he conversado y que no saben un quinto de hacer poemas. Por culpa de Mario muchos oficinistas, gente de a pie, de carne y hueso empezó a leer poesía. ¡Qué alegría! Y ya no era todo aquello de buscar significados, de descifrar mensajes, de desenterrar cosas perdidas... A Benedetti se le entiende con el corazón y las entrañas, porque allí se siente.
Maestro de las sensaciones, Mario dejó claro que se puede escribir brillantemente sin acudir al galante filo de la espada heroica; cuando bien una maceta, un florero, los zapatos olvidados debajo de la cama, sirven para decir "te quiero". (Y más, no me malinterpreten).
El arte de ser humano
El arte es sublime sí, maravillosa sí, genial sí, celestial... no sé... Es un invento humano, concebido por los humanos y para los humanos.
Me sorprende a veces ver que una persona se fije en tal o cual palabra, en el retazo de un poema y que otra, su vecina, se fije en el retazo de junto y que las dos luego se miren asombradas, tratando de encontrar la razón del desacuerdo.
A menudo escucho y leo que los poemas y canciones dicen cosas que "yo siento". Cómo quisieran los escritores sentir exactamente lo que otras personas, meterse en su pellejo y anotar todo lo que han descubierto, aquello que se oculta detrás de la mirada.
Resulta que el lector u oyente, a entrado en resonancia... desgraciadamente solo podemos sentir de una manera y de esa manera solemos escribir. Es el intelecto de las personas, otros humanos, lo que termina de abrir la semilla de lo escrito para hacerlo germinar, de mil maneras.
Pero no me hagan caso... valen más sus opiniones, que mis conclusiones tímidas. Así que, ¡A opinar!