Pablo Chavarría
26 noviembre 2011, 02:41
El Thanksgiving:
La transculturación que sigue
El planeta ya se ha globalizado de manera económica y en la última década, hemos visto cómo se ha globalizado manera tecnológica, por la evolución y difusión de los medios informáticos. En vista que la investigación científica, perdió el monopolio sobre el desarrollo tecnológico y que éste apunta ahora a un mercado de consumo, compuesto por todos los usuarios en el globo, vale la pena volver algunos siglos atrás; cuando para atravesar el Océano Atlántico, se arriesgaba el pellejo y la cuestión no era tan fácil como un doble click.
Guatemala, pequeño pájaro acurrucado en el Istmo que une a las Américas; ha sufrido una serie de transformaciones culturales desde la llegada de los conquistadores españoles y aún antes, y aún después. Con el cambio de los años, con el paso de los lustros y la acumulación de las décadas, he visto que el proceso transcultural no es material de libros; sino una cuestión viva y palpitante, que se realiza a diario en el diario vivir de mis contemporáneos.
Nos remitimos al antiguo escrito del Rabinal Achí para reconocer la transculturación que los pueblos en guerra originaban sobre sus enemigos derrotados. ¿O no es obligado el varón de Rabinal a aceptar las costumbres de los poderosos Quichés que lo vencieron? Recoge el autor Mario Monteforte Toledo esta visión en su novela Llegaron del mar de singular argumento; donde propone la idea de que los pueblos militarmente débiles eran forzados a venerar nuevos dioses y adoptar nuevas formas una vez que perdían la Guerra Florida. Nuestra cultura entonces, ha sido derrotada por nosotros mismos.
Con la llegada de los conquistadores, la Colonia tomó forma y fondo. Adoptamos el Castellano y las buenas costumbres del Catolicismo, aquí sin ironía, como medio uniformador; para hacer de la vida en el Nuevo Mundo, algo más llevadero. Religión e Idioma: aspectos fundamentales en la cultura del hombre, nos fueron impuestos por los que llegaron del mar. Cinco largos siglos y algunos años más adelante, la historia no ha cambiado.
Por su proximidad geográfica, la sociedad guatemalteca ha sido influenciada principalmente por dos culturas: la estadounidense y la mexicana. La negación de los pueblos indígenas, como parte sustancial de nuestra identidad guatemalteca y que ha sido alimentada por el racismo y por las románticas ideas de las ascendencias europeas; es un manojo de cadenas que aún llevamos arrastrando.
Como grandes productores de entretenimiento, las empresas de los Estados Unidos y de México, han encontrado un eco en la sociedad guatemalteca, que no cuenta con industria cinematográfica, ni discográfica y que, a pesar de contar con los principales medios para la difusión de la cultura; encuentra que éstos han sido copados por varias décadas por las industrias antes mencionadas. Si a esto sumamos la expansión de inversiones de capital extranjero, en la forma de empresas de consumo que "calcan" las mismas estrategias de consumo utilizadas en otros países; tendremos un mercado de consumidores, que insatisfechos por la cultura actual, se lanzan a consumir otras culturas.
El Día de Acción de Gracias, o Thanksgiving; es una tradición estadounidense que está por hacerse espacio en el calendario de celebraciones guatemaltecas. Sin contar con peregrinos, ni Mayflower y sin ninguno de los elementos históricos que marcan esta fecha; me pregunto ¿Qué vamos a agradecer en Guatemala?
Este proceso transcultural no tiene sus raíces en el Imperialismo o Neocolonialismo como podría pensarse, aunque sí acepto que la expansión de las empresas estadounidenses hacia nuestro territorio y que promueven el consumo en una fecha que nada significaba para nosotros, favorece a la concepción de estar en un evento de cardinal importancia. Tampoco tiene que ver la debilidad de nuestra cultura, la falta de identificación o cualquier otra explicación porque si bien el mercadeo es agresivo, no hay ninguna imposición por la fuerza, para adoptar esta tradición foránea.
Las causas más profundas tienen que ver con el fenómeno migratorio o al menos ese es, mi particular punto de vista. Somos, en definitiva, una nación fragmentada y es triste pensar que existen guatemaltecos en este mundo que nunca han visto la silueta Volcán de Agua a la hora del crepúsculo. Así como existen los cubanos de Miami; viven y han crecido los guatemaltecos en Ohio, Los Ángeles, New York y un largo y desconocido etcétera. Los guatemaltecos migrantes, sin culpa alguna, han sido importadores de modos y costumbres adquiridas en los Estados Unidos y que se acomodan en el tejido de los acontecimientos de nuestras costumbres y tradiciones.
No es tampoco alarmante esta transculturación; pues recuerdo que diez años atrás, los buenos parroquianos hacían campañas contra la tradición pagana del Halloween y que en cambio ahora, las celebraciones del 31 de octubre conviven con nuestro Día de Todos Los Santos del 1 de noviembre.
La cultura no es un hecho estático y mientras el fenómeno transcultural siga su curso tendremos como mínimo dos opciones: renegar de él (que lo mismo es aceptarlo y despotricar en su contra) o analizarlo detenidamente como parte de nuestra dinámica social. Y ante esta opción, que me resulta más apetecible debo preguntar: ¿Puede el Guatemalteco hacer algo más que dejarse llevar por la corriente? Y de ser así ¿Cuántos años debemos esperar para verlo?
El hombre, en cualquier latitud, es una afirmación de todas sus potencias. Ni es más que su cultura, la cultura de su pueblo, ni tampoco resulta siempre cierto que sea una raíz sin tierra, alejándose de ella. Sin ser un lastre, la cultura es la firma imborrable de los pueblos -su ADN- y a pesar de las presiones comerciales, mediáticas y sociales; seguirá siendo suya, como el alma que nunca se separa de los cuerpos.
Saludos y Abrazos.
La transculturación que sigue
El planeta ya se ha globalizado de manera económica y en la última década, hemos visto cómo se ha globalizado manera tecnológica, por la evolución y difusión de los medios informáticos. En vista que la investigación científica, perdió el monopolio sobre el desarrollo tecnológico y que éste apunta ahora a un mercado de consumo, compuesto por todos los usuarios en el globo, vale la pena volver algunos siglos atrás; cuando para atravesar el Océano Atlántico, se arriesgaba el pellejo y la cuestión no era tan fácil como un doble click.
Guatemala, pequeño pájaro acurrucado en el Istmo que une a las Américas; ha sufrido una serie de transformaciones culturales desde la llegada de los conquistadores españoles y aún antes, y aún después. Con el cambio de los años, con el paso de los lustros y la acumulación de las décadas, he visto que el proceso transcultural no es material de libros; sino una cuestión viva y palpitante, que se realiza a diario en el diario vivir de mis contemporáneos.
Nos remitimos al antiguo escrito del Rabinal Achí para reconocer la transculturación que los pueblos en guerra originaban sobre sus enemigos derrotados. ¿O no es obligado el varón de Rabinal a aceptar las costumbres de los poderosos Quichés que lo vencieron? Recoge el autor Mario Monteforte Toledo esta visión en su novela Llegaron del mar de singular argumento; donde propone la idea de que los pueblos militarmente débiles eran forzados a venerar nuevos dioses y adoptar nuevas formas una vez que perdían la Guerra Florida. Nuestra cultura entonces, ha sido derrotada por nosotros mismos.
Con la llegada de los conquistadores, la Colonia tomó forma y fondo. Adoptamos el Castellano y las buenas costumbres del Catolicismo, aquí sin ironía, como medio uniformador; para hacer de la vida en el Nuevo Mundo, algo más llevadero. Religión e Idioma: aspectos fundamentales en la cultura del hombre, nos fueron impuestos por los que llegaron del mar. Cinco largos siglos y algunos años más adelante, la historia no ha cambiado.
Por su proximidad geográfica, la sociedad guatemalteca ha sido influenciada principalmente por dos culturas: la estadounidense y la mexicana. La negación de los pueblos indígenas, como parte sustancial de nuestra identidad guatemalteca y que ha sido alimentada por el racismo y por las románticas ideas de las ascendencias europeas; es un manojo de cadenas que aún llevamos arrastrando.
Como grandes productores de entretenimiento, las empresas de los Estados Unidos y de México, han encontrado un eco en la sociedad guatemalteca, que no cuenta con industria cinematográfica, ni discográfica y que, a pesar de contar con los principales medios para la difusión de la cultura; encuentra que éstos han sido copados por varias décadas por las industrias antes mencionadas. Si a esto sumamos la expansión de inversiones de capital extranjero, en la forma de empresas de consumo que "calcan" las mismas estrategias de consumo utilizadas en otros países; tendremos un mercado de consumidores, que insatisfechos por la cultura actual, se lanzan a consumir otras culturas.
El Día de Acción de Gracias, o Thanksgiving; es una tradición estadounidense que está por hacerse espacio en el calendario de celebraciones guatemaltecas. Sin contar con peregrinos, ni Mayflower y sin ninguno de los elementos históricos que marcan esta fecha; me pregunto ¿Qué vamos a agradecer en Guatemala?
Este proceso transcultural no tiene sus raíces en el Imperialismo o Neocolonialismo como podría pensarse, aunque sí acepto que la expansión de las empresas estadounidenses hacia nuestro territorio y que promueven el consumo en una fecha que nada significaba para nosotros, favorece a la concepción de estar en un evento de cardinal importancia. Tampoco tiene que ver la debilidad de nuestra cultura, la falta de identificación o cualquier otra explicación porque si bien el mercadeo es agresivo, no hay ninguna imposición por la fuerza, para adoptar esta tradición foránea.
Las causas más profundas tienen que ver con el fenómeno migratorio o al menos ese es, mi particular punto de vista. Somos, en definitiva, una nación fragmentada y es triste pensar que existen guatemaltecos en este mundo que nunca han visto la silueta Volcán de Agua a la hora del crepúsculo. Así como existen los cubanos de Miami; viven y han crecido los guatemaltecos en Ohio, Los Ángeles, New York y un largo y desconocido etcétera. Los guatemaltecos migrantes, sin culpa alguna, han sido importadores de modos y costumbres adquiridas en los Estados Unidos y que se acomodan en el tejido de los acontecimientos de nuestras costumbres y tradiciones.
No es tampoco alarmante esta transculturación; pues recuerdo que diez años atrás, los buenos parroquianos hacían campañas contra la tradición pagana del Halloween y que en cambio ahora, las celebraciones del 31 de octubre conviven con nuestro Día de Todos Los Santos del 1 de noviembre.
La cultura no es un hecho estático y mientras el fenómeno transcultural siga su curso tendremos como mínimo dos opciones: renegar de él (que lo mismo es aceptarlo y despotricar en su contra) o analizarlo detenidamente como parte de nuestra dinámica social. Y ante esta opción, que me resulta más apetecible debo preguntar: ¿Puede el Guatemalteco hacer algo más que dejarse llevar por la corriente? Y de ser así ¿Cuántos años debemos esperar para verlo?
El hombre, en cualquier latitud, es una afirmación de todas sus potencias. Ni es más que su cultura, la cultura de su pueblo, ni tampoco resulta siempre cierto que sea una raíz sin tierra, alejándose de ella. Sin ser un lastre, la cultura es la firma imborrable de los pueblos -su ADN- y a pesar de las presiones comerciales, mediáticas y sociales; seguirá siendo suya, como el alma que nunca se separa de los cuerpos.
Saludos y Abrazos.