Pablo Chavarría
29 febrero 2012, 00:18
2012: Reflexiones
No, no son cataclismos. Espero que a estas alturas del partido, eso ya esté más que comprendido. Mi reflexión va por otros rumbos y no son los sociales, que quizá se esperen. Creo, fervientemente, que los rumbos a recorrer a partir del 21 de diciembre no pueden ser otros que los del espíritu.
Haciendo la lectura del libro "Week-end en Guatemala", encuentro un detalle que Miguel Ángel Asturias plasmó con maestría, una situación que los guatemaltecos entendemos bien y los que descendemos de los mayas, aún mejor. El barullo tiene que ver con la Reforma Agraria, detonante del conflicto que hundió a mi país en la amargura en el año de 1,954. Los personajes, indígenas sabios, revelan que en aquel entonces no era el momento, no correspondía aún la repartición de tierras y por ello, los terrenos entregados por gobierno de la Revolución a los campesinos guatemaltecos, debieron ser devueltos. No convenía, no era el momento. El momento llegará; pero no era en las medianías del siglo que recién vimos terminar.
Y mi reflexión va un poco más allá y quiero ahondar en la interpretación revolucionaria que se hace del acerca del cambio de época. Siento, no pienso, que como los cataclismos, las revoluciones son conclusiones muy apresuradas. Occidentales, por supuesto y que pueden desembocar en situaciones que nada tienen que ver con lo que esperan mis ancestros: Clásicos occidentales accidentes.
Resulta que la situación agraria en Guatemala no ha cambiado mucho desde 1954, en términos de tecnificación estamos muy, muy lejos de lo que nuestros vecinos en México, Brasil y los Estados Unidos han logrado; pero la contraparte viene, en el sentido que nuestros campesinos dan a su labor en los campos de mi patria. Para un campesino guatemalteco, en cualquiera de sus veintitrés etnias, la tierra es un material sagrado, no solo productivo. Carece de valor para el comercio: la parcela es una cosa viva, un ser viviente donde viven otros seres y entre éstos, el humano y presiento que la Reforma Agraria de Jacobo Árbenz de los '50 o aún las que pudieran planearse en estos tiempos, sin contemplar el aspecto religioso que encarna en mis congéneres, estaría destinada a los desastres.
Pienso que la revolución espiritual de mis ancestros nos lleva cinco milenios de ventaja y que ellos saben o sabrán lo que ocurrirá con esta época que inicia. No son revoluciones. Tampoco son revoluciones, pues en ellas tiende a creerse que el cambio es cuestión de la suma de las voluntades y en las cuestiones metafísicas, los cambios vienen por situaciones muy distintas.
Saludos y abrazos.
No, no son cataclismos. Espero que a estas alturas del partido, eso ya esté más que comprendido. Mi reflexión va por otros rumbos y no son los sociales, que quizá se esperen. Creo, fervientemente, que los rumbos a recorrer a partir del 21 de diciembre no pueden ser otros que los del espíritu.
Haciendo la lectura del libro "Week-end en Guatemala", encuentro un detalle que Miguel Ángel Asturias plasmó con maestría, una situación que los guatemaltecos entendemos bien y los que descendemos de los mayas, aún mejor. El barullo tiene que ver con la Reforma Agraria, detonante del conflicto que hundió a mi país en la amargura en el año de 1,954. Los personajes, indígenas sabios, revelan que en aquel entonces no era el momento, no correspondía aún la repartición de tierras y por ello, los terrenos entregados por gobierno de la Revolución a los campesinos guatemaltecos, debieron ser devueltos. No convenía, no era el momento. El momento llegará; pero no era en las medianías del siglo que recién vimos terminar.
Y mi reflexión va un poco más allá y quiero ahondar en la interpretación revolucionaria que se hace del acerca del cambio de época. Siento, no pienso, que como los cataclismos, las revoluciones son conclusiones muy apresuradas. Occidentales, por supuesto y que pueden desembocar en situaciones que nada tienen que ver con lo que esperan mis ancestros: Clásicos occidentales accidentes.
Resulta que la situación agraria en Guatemala no ha cambiado mucho desde 1954, en términos de tecnificación estamos muy, muy lejos de lo que nuestros vecinos en México, Brasil y los Estados Unidos han logrado; pero la contraparte viene, en el sentido que nuestros campesinos dan a su labor en los campos de mi patria. Para un campesino guatemalteco, en cualquiera de sus veintitrés etnias, la tierra es un material sagrado, no solo productivo. Carece de valor para el comercio: la parcela es una cosa viva, un ser viviente donde viven otros seres y entre éstos, el humano y presiento que la Reforma Agraria de Jacobo Árbenz de los '50 o aún las que pudieran planearse en estos tiempos, sin contemplar el aspecto religioso que encarna en mis congéneres, estaría destinada a los desastres.
Pienso que la revolución espiritual de mis ancestros nos lleva cinco milenios de ventaja y que ellos saben o sabrán lo que ocurrirá con esta época que inicia. No son revoluciones. Tampoco son revoluciones, pues en ellas tiende a creerse que el cambio es cuestión de la suma de las voluntades y en las cuestiones metafísicas, los cambios vienen por situaciones muy distintas.
Saludos y abrazos.