pleyade
20 mayo 2019, 16:26
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 999 Kb
Host: Userscloud
Sinopsis:
Desde detrás de la caja registradora, que prolongaba el mostrador en que se afanaban los camareros, Tontón la Roña vigilaba la clientela, y lo hacía con el mismo aire satisfecho del granjero que contempla su corral bien poblado y próspero.
Aquella noche había efectivamente mucha concurrencia en el «Baile de la Cometa»…
Se hallaba establecido en una calle del barrio de la Bastilla, y era un bal-musette, menos autorizado que tolerado, en el que cada noche, hasta el amanecer, se reunían auténticos representantes del hampa parisiense. La sala, rectangular, era grande, pero parecía aplastada por el techo de vigas del que colgaban guirnaldas multicolores.
La atmósfera era semejante a la de una cámara de vapor. Fuera, en el cielo de junio, amenazaba una tormenta. Apretujadas unas contra otras las parejas se agitaban y contoneaban a los sones de una orquesta compuesta de un negro trepidante que sucesivamente tocaba el saxofón, la flauta y la trompeta, de un tamboril de contorsiones epilépticas, con smoking que alguna vez había sido blanco, y de un joven enfermizo, que debería hallarse en un sanatorio y no allí.
El dueño, aquel Tontón la Roña, era un hombre mal encarado y adiposo, con unos largos brazos terminados en dos gruesos puños, los cuales sabía usar convenientemente cuando era preciso para imponer orden entre la concurrencia.
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Desde detrás de la caja registradora, que prolongaba el mostrador en que se afanaban los camareros, Tontón la Roña vigilaba la clientela, y lo hacía con el mismo aire satisfecho del granjero que contempla su corral bien poblado y próspero.
Aquella noche había efectivamente mucha concurrencia en el «Baile de la Cometa»…
Se hallaba establecido en una calle del barrio de la Bastilla, y era un bal-musette, menos autorizado que tolerado, en el que cada noche, hasta el amanecer, se reunían auténticos representantes del hampa parisiense. La sala, rectangular, era grande, pero parecía aplastada por el techo de vigas del que colgaban guirnaldas multicolores.
La atmósfera era semejante a la de una cámara de vapor. Fuera, en el cielo de junio, amenazaba una tormenta. Apretujadas unas contra otras las parejas se agitaban y contoneaban a los sones de una orquesta compuesta de un negro trepidante que sucesivamente tocaba el saxofón, la flauta y la trompeta, de un tamboril de contorsiones epilépticas, con smoking que alguna vez había sido blanco, y de un joven enfermizo, que debería hallarse en un sanatorio y no allí.
El dueño, aquel Tontón la Roña, era un hombre mal encarado y adiposo, con unos largos brazos terminados en dos gruesos puños, los cuales sabía usar convenientemente cuando era preciso para imponer orden entre la concurrencia.
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