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Ver la versión completa : Una cabeza de 9.000 dólares - Silver Kane [epub] [UC]



pleyade
22 mayo 2019, 17:16
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 115 Kb
Host: Userscloud
Sinopsis:

Todo estaba preparado en la prisión de Albuquerque para la ejecución que tendría lugar muy pocas horas después.
La guardia había sido reforzada. Jinetes provistos de escopetas cargadas con postas, hacían continuamente el recorrido de la parte exterior del penal. Los vigilantes tenían absolutamente prohibido dejar entrar a nadie. El alcaide y sus ayudantes habían decidido no irse a dormir, pasando entre innumerables sorbos de tequila, brandy y café bien cargado, las horas que faltaban para la ejecución.
El patíbulo estaba ya alzado en el centro del patio.
El verdugo había repasado la cuerda por enésima vez. Era una magnífica soga, suave como la seda, que se deslizaría por el cuello del condenado igual que una buena navaja de afeitar se desliza por la mejilla.
Hacia las cuatro de la madrugada, el alcaide llamó al federal Patterson. Patterson era el hombre que había conseguido capturar a Doyle, el que iba a ser ejecutado dentro de unas horas; por esa razón, y también porque a Patterson no se le escapaba nada, había sido designado responsable de la custodia del condenado hasta el momento en que la trampilla del patíbulo se abriera bajo los pies de éste.
El alcaide le vio entrar en el despacho, mientras bebía su décimo o undécimo café de la noche. Patterson, no sabía bien por qué, siempre le había impresionado. ¿Era quizá por su alta estatura, bastante superior a la de los demás hombres? ¿Por su corpulencia de atleta? ¿Por su flexibilidad? ¿Quizá por aquella mirada siempre glacial, siempre falsamente indiferente de sus ojos?
Patterson entró.
El ambiente cargado de humo de aquella habitación, pareció irritarle por unos momentos. Luego clavó en el alcaide sus ojos cargados de aquella falsa indiferencia, aquellos ojos que parecían no fijarse en nada y captaban en realidad todos los detalles.
El alcaide preguntó:
—Patterson, le he llamado para saber si todo sigue en orden.
—En un orden perfecto, señor.
—¿Los guardianes son de confianza?
—Los he elegido yo mismo.
—¿Y usted es de confianza?
Todos los que estaban en el despacho rieron. Patterson achicó un momento los ojos, pero con voz inexpresiva se limitó a contestar:
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