pleyade
11 junio 2019, 10:59
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 55 Kb
Host: Userscloud & Up-4Ever
Sinopsis:
Era el tercer juez que moría.
Hasta el último momento nadie lo sospechó.
Se había establecido una vigilancia muy severa, y cuando el juez Ramsay salió de su despacho iba rodeado de guardaespaldas. Al mismo tiempo, un par de tiradores especializados, vigilaban en los tejados de las casas circundantes, para que ningún aspirante a asesino se apostaría por allí. Las casas fronteras al despacho del juez también tenían hombres vigilando en las ventanas.
En fin, no se había descuidado ningún detalle, y cuando el juez Ramsay salió de su despacho podía considerarse seguro. Sin embargo, le faltaban apenas unos treinta segundos para morir.
Había empezado a girar la rueda del destino.
Únicamente había un sitio situado enfrente del despacho y que no estaba tomado por los vigilantes. Se trataba de consultorio del doctor Pinker, situado en un primer piso, y en cual los vigilantes no habían entrado por dos motivos: primero por respeto, y segundo porque el doctor Pinker era un hombre de absoluta confianza, y encima amigo del juez.
Pero aquella mañana, cuando el juez Ramsay iba a salir a la calle por la puerta de su despacho, la sala de espera del médico estaba llena de gente. Había al menos ocho personas allí. Y entre esas personas figuraban dos forasteros, uno de los cuales llevaba un brazo en cabestrillo y el otro una pierna vendada. Sin duda habían sufrido un accidente mientras trabajaban en algún rancho.
Pronto les iba a corresponder el turno de visita
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Sinopsis:
Era el tercer juez que moría.
Hasta el último momento nadie lo sospechó.
Se había establecido una vigilancia muy severa, y cuando el juez Ramsay salió de su despacho iba rodeado de guardaespaldas. Al mismo tiempo, un par de tiradores especializados, vigilaban en los tejados de las casas circundantes, para que ningún aspirante a asesino se apostaría por allí. Las casas fronteras al despacho del juez también tenían hombres vigilando en las ventanas.
En fin, no se había descuidado ningún detalle, y cuando el juez Ramsay salió de su despacho podía considerarse seguro. Sin embargo, le faltaban apenas unos treinta segundos para morir.
Había empezado a girar la rueda del destino.
Únicamente había un sitio situado enfrente del despacho y que no estaba tomado por los vigilantes. Se trataba de consultorio del doctor Pinker, situado en un primer piso, y en cual los vigilantes no habían entrado por dos motivos: primero por respeto, y segundo porque el doctor Pinker era un hombre de absoluta confianza, y encima amigo del juez.
Pero aquella mañana, cuando el juez Ramsay iba a salir a la calle por la puerta de su despacho, la sala de espera del médico estaba llena de gente. Había al menos ocho personas allí. Y entre esas personas figuraban dos forasteros, uno de los cuales llevaba un brazo en cabestrillo y el otro una pierna vendada. Sin duda habían sufrido un accidente mientras trabajaban en algún rancho.
Pronto les iba a corresponder el turno de visita
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