pleyade
16 julio 2019, 10:57
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 260 Kb
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Sinopsis:
Con su viaje de regreso a Europa, Paine seguía una vez más el consejo de Benjamin Franklin, quien le dijo que —especialmente después de haber elegido el lado equivocado en un encarnizado debate sobre la viabilidad de fundar un banco en Filadelfia— haría bien en buscar patrocinadores para su puente, ya fuera en París o en Londres. Eligió el mes de abril de 1787 para partir y llegó en un momento en que Europa estaba preñada de promesas revolucionarias y radicales.
En París no carecía de amigos bien situados. Un admirador suyo, Thomas Jefferson, había sido nombrado embajador estadounidense en Francia. El marqués de Lafayette, coronado de laureles americanos, estaba también a su disposición. Algunos hombres instruidos y dotados de ingenio empezaban a destacar, y la palabra «razón» era la consigna. Era grande el prestigio que se reconocía a cualquiera que llegara de Estados Unidos: Lafayette colocó una copia de la Declaración Americana en un panel de su estudio y dejó la pared opuesta sin decorar, a la espera del feliz día en que pudiera adornarla con una declaración francesa similar. Muchos parisinos eminentes manifestaron interés por el diseño y la magnitud del puente de hierro de Paine —en muchos aspectos se vivía aún en la edad de la madera—, aunque ninguno de ellos se comprometería de un modo absoluto.
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Con su viaje de regreso a Europa, Paine seguía una vez más el consejo de Benjamin Franklin, quien le dijo que —especialmente después de haber elegido el lado equivocado en un encarnizado debate sobre la viabilidad de fundar un banco en Filadelfia— haría bien en buscar patrocinadores para su puente, ya fuera en París o en Londres. Eligió el mes de abril de 1787 para partir y llegó en un momento en que Europa estaba preñada de promesas revolucionarias y radicales.
En París no carecía de amigos bien situados. Un admirador suyo, Thomas Jefferson, había sido nombrado embajador estadounidense en Francia. El marqués de Lafayette, coronado de laureles americanos, estaba también a su disposición. Algunos hombres instruidos y dotados de ingenio empezaban a destacar, y la palabra «razón» era la consigna. Era grande el prestigio que se reconocía a cualquiera que llegara de Estados Unidos: Lafayette colocó una copia de la Declaración Americana en un panel de su estudio y dejó la pared opuesta sin decorar, a la espera del feliz día en que pudiera adornarla con una declaración francesa similar. Muchos parisinos eminentes manifestaron interés por el diseño y la magnitud del puente de hierro de Paine —en muchos aspectos se vivía aún en la edad de la madera—, aunque ninguno de ellos se comprometería de un modo absoluto.
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