pleyade
30 julio 2019, 11:24
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 1,0 Mb
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Sinopsis:
El cielo, en el horizonte, estaba teñido de un vivo color rojo, cuyos resplandores se extendían a gran distancia, pero no eran los tonos del ocaso solar. No podían serlo porque en Athenia, decimoctavo planeta de la Novena Galaxia, el sol no se ponía nunca. Tampoco molestaba su eterna luz, ya que era del tipo Tierra menos 3. En todo caso, parecía reinar allí un suave y constante crepúsculo que durante la vida había predispuesto a sus moradores a una maravillosa tranquilidad de espíritu; a una plácida contemplación de la existencia; a una dulzura cerebral, que había hecho llamar a Athenia el Elíseo del Universo. Temperatura constante; vegetación frondosísima y perfumada, sin plantas dañinas; animales de extrañísima morfología, algunos de ellos con inteligencia superior a la humana, pero sumamente pacíficos; acuáticas extensiones enmarcadas entre paisajes de insuperable belleza; ciudades que parecían salidas de las mentes de los dibujantes de cuentos de hadas; una profunda comprensión; amabilidad, simpatía y cortesía por doquier; tales eran las cualidades que reunía Athenia, XVIIIº Planeta de la IXª Galaxia, Rey de la Paz Universal, envidiado por todos los demás celestes, y ahora envuelto en los horrores de una sangrienta e implacable revolución.
No. No eran los rojizos resplandores que se divisaban en el horizonte los que indicaban la cotidiana muerte del astro rey; no indicaban el anuncio del término del día de trabajo y el comienzo de la noche dedicada al descanso. No. Los rojizos resplandores indicaban precisamente lo que eran: fuego. Y las llamas brotando entre la sangre.
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El cielo, en el horizonte, estaba teñido de un vivo color rojo, cuyos resplandores se extendían a gran distancia, pero no eran los tonos del ocaso solar. No podían serlo porque en Athenia, decimoctavo planeta de la Novena Galaxia, el sol no se ponía nunca. Tampoco molestaba su eterna luz, ya que era del tipo Tierra menos 3. En todo caso, parecía reinar allí un suave y constante crepúsculo que durante la vida había predispuesto a sus moradores a una maravillosa tranquilidad de espíritu; a una plácida contemplación de la existencia; a una dulzura cerebral, que había hecho llamar a Athenia el Elíseo del Universo. Temperatura constante; vegetación frondosísima y perfumada, sin plantas dañinas; animales de extrañísima morfología, algunos de ellos con inteligencia superior a la humana, pero sumamente pacíficos; acuáticas extensiones enmarcadas entre paisajes de insuperable belleza; ciudades que parecían salidas de las mentes de los dibujantes de cuentos de hadas; una profunda comprensión; amabilidad, simpatía y cortesía por doquier; tales eran las cualidades que reunía Athenia, XVIIIº Planeta de la IXª Galaxia, Rey de la Paz Universal, envidiado por todos los demás celestes, y ahora envuelto en los horrores de una sangrienta e implacable revolución.
No. No eran los rojizos resplandores que se divisaban en el horizonte los que indicaban la cotidiana muerte del astro rey; no indicaban el anuncio del término del día de trabajo y el comienzo de la noche dedicada al descanso. No. Los rojizos resplandores indicaban precisamente lo que eran: fuego. Y las llamas brotando entre la sangre.
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