pleyade
12 agosto 2019, 10:47
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 80 Kb
Hosts: Userscloud & Uploaded
Sinopsis:
EL hombre lo sabía.
Sabía que iba a morir. Y estaba intentando escapar de ello.
Pero no iba a ser fácil. La Muerte podía estar agazapada en cualquier parte, bajo la borrachera de luz, de parpadeos luminosos, que, como un desafío a su historia, Egipto ofrecía al turista sorprendido.
Una muchedumbre que salía de los cinematógrafos de Saad Zaghlul y de Iskandar el Akbar, se entrecruzó casi él en las amplias aceras, bajo los rutilantes fluorescentes que pregonaban en la noche oriental los mil y un productos de la vida moderna, los electrodomésticos actuales y los productos de Occidente.
Egipto, a fin de cuentas, era ahora un mundo moderno, que trepidaba y palpitaba al mismo ritmo que hace latir el corazón de París, de Madrid, de Londres o de Roma.
Y en aquel ámbito luminoso, radiante, repleto de ruidos, de voces, de risas y de tráfico, un hombre iba a morir.
Un hombre que sabía demasiado. Porque incluso sabía que estaba al filo mismo de la muerte. Y que no tenía escapatoria.
A pesar de ello, huía. Era lo único que le quedaba por hacer. Hasta que la Muerte se cruzara con él, inexorable. Podía ser en cualquier sitio. Toda Alejandría se convirtió para él en un inmenso cepo. Egipto entero lo era para él.
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EL hombre lo sabía.
Sabía que iba a morir. Y estaba intentando escapar de ello.
Pero no iba a ser fácil. La Muerte podía estar agazapada en cualquier parte, bajo la borrachera de luz, de parpadeos luminosos, que, como un desafío a su historia, Egipto ofrecía al turista sorprendido.
Una muchedumbre que salía de los cinematógrafos de Saad Zaghlul y de Iskandar el Akbar, se entrecruzó casi él en las amplias aceras, bajo los rutilantes fluorescentes que pregonaban en la noche oriental los mil y un productos de la vida moderna, los electrodomésticos actuales y los productos de Occidente.
Egipto, a fin de cuentas, era ahora un mundo moderno, que trepidaba y palpitaba al mismo ritmo que hace latir el corazón de París, de Madrid, de Londres o de Roma.
Y en aquel ámbito luminoso, radiante, repleto de ruidos, de voces, de risas y de tráfico, un hombre iba a morir.
Un hombre que sabía demasiado. Porque incluso sabía que estaba al filo mismo de la muerte. Y que no tenía escapatoria.
A pesar de ello, huía. Era lo único que le quedaba por hacer. Hasta que la Muerte se cruzara con él, inexorable. Podía ser en cualquier sitio. Toda Alejandría se convirtió para él en un inmenso cepo. Egipto entero lo era para él.
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