pleyade
26 agosto 2019, 12:29
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 383 Kb
Hosts: Userscloud & Uploaded
Sinopsis:
Pasaron por todas las habitaciones mirándolo todo. Lo cierto era que despertaban la curiosidad porque las había construido el inexplicable Coombe, como se sabía ya a estas alturas, y eran, por tanto, objeto de bromas y ocurrencias a su espalda. Incluso subieron al piso de arriba a ver los dormitorios, momento que eligió Coombe para quedarse abajo con Dowson.
Siguió completamente inexpresivo un momento. Dowson no tenía la menor idea de si tenía intención de hablar con ella o no. Pero habló con ella.
–Ha dicho –dijo sin mirarla apenas– que ya tiene edad para ponerle una institutriz.
–Sí, milord –casi sin respirar, por hablar rápidamente antes de oír el ruido de tacones en las escaleras otra vez–, una que sea buena persona, además de inteligente, si me permite la libertad. Si es que hay alguna buena…
–¿Alguna buena que esté dispuesta a aceptar el puesto?
Dowson no intentó llevarle la contraria ni disculparse. Sabía lo que tenía que hacer.
Coombe no dijo nada más, sino que salió pausadamente del salón.
Cuando salía, Robin se levantó e hizo la leve inclinación que le habían enseñado de pequeña. Ahora ya era mayor para negarse a darle la mano, pero él tampoco intentó que se la diera. Respondió a la inclinación con el más breve movimiento de cabeza.
No pasaron ni tres minutos cuando se oyeron tacones en las escaleras y el grupo de visitas también se fue.
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Pasaron por todas las habitaciones mirándolo todo. Lo cierto era que despertaban la curiosidad porque las había construido el inexplicable Coombe, como se sabía ya a estas alturas, y eran, por tanto, objeto de bromas y ocurrencias a su espalda. Incluso subieron al piso de arriba a ver los dormitorios, momento que eligió Coombe para quedarse abajo con Dowson.
Siguió completamente inexpresivo un momento. Dowson no tenía la menor idea de si tenía intención de hablar con ella o no. Pero habló con ella.
–Ha dicho –dijo sin mirarla apenas– que ya tiene edad para ponerle una institutriz.
–Sí, milord –casi sin respirar, por hablar rápidamente antes de oír el ruido de tacones en las escaleras otra vez–, una que sea buena persona, además de inteligente, si me permite la libertad. Si es que hay alguna buena…
–¿Alguna buena que esté dispuesta a aceptar el puesto?
Dowson no intentó llevarle la contraria ni disculparse. Sabía lo que tenía que hacer.
Coombe no dijo nada más, sino que salió pausadamente del salón.
Cuando salía, Robin se levantó e hizo la leve inclinación que le habían enseñado de pequeña. Ahora ya era mayor para negarse a darle la mano, pero él tampoco intentó que se la diera. Respondió a la inclinación con el más breve movimiento de cabeza.
No pasaron ni tres minutos cuando se oyeron tacones en las escaleras y el grupo de visitas también se fue.
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