pleyade
30 agosto 2019, 16:06
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 118 Kb
Hosts: Userscloud & Uploaded
Sinopsis:
EL juez Bruce Aymler abandonó su despacho un poco tarde aquella noche.
Había tenido mucho trabajo durante todo el día, a causa de aquellos dos casos a presidir durante la semana, ambos demasiado importantes para dejárselos en manos a sus suplentes, antes de emprender sus bien merecidas vacaciones. Por algo en las dos circunstancias lo que se veía era una causa por asesinato, y la solicitud del fiscal era la de pena de muerte.
El juez Aymler era un hombre minucioso y bien organizado. No se marcharía a disfrutar de sus días libres fuera de la ciudad, dedicándose a la pesca y la lectura, sin antes dejar ambos casos juzgados y sentenciados. Cuando la vida de un hombre estaba en juego, era preferible atar todos los cabos. Esa era, al menos, su opinión profesional y humana. El hecho de que en el Estado estuviera en suspenso la aplicación de la pena capital, no alteraba las consecuencias de una negligencia o un error judicial, puesto que el condenado pasaría a ocupar una celda a la espera de que se cumpliera esa sentencia, como había tantos otros en todo el país. De vez en cuando, en algún Estado se procedía, de forma aislada y excepcional, a ejecutar a un condenado. Y de nuevo la siniestra sombra de la pena de muerte volvía a planear sobre tantos y tantos reclusos a quienes la Justicia había sentenciado a ser ajusticiados.
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EL juez Bruce Aymler abandonó su despacho un poco tarde aquella noche.
Había tenido mucho trabajo durante todo el día, a causa de aquellos dos casos a presidir durante la semana, ambos demasiado importantes para dejárselos en manos a sus suplentes, antes de emprender sus bien merecidas vacaciones. Por algo en las dos circunstancias lo que se veía era una causa por asesinato, y la solicitud del fiscal era la de pena de muerte.
El juez Aymler era un hombre minucioso y bien organizado. No se marcharía a disfrutar de sus días libres fuera de la ciudad, dedicándose a la pesca y la lectura, sin antes dejar ambos casos juzgados y sentenciados. Cuando la vida de un hombre estaba en juego, era preferible atar todos los cabos. Esa era, al menos, su opinión profesional y humana. El hecho de que en el Estado estuviera en suspenso la aplicación de la pena capital, no alteraba las consecuencias de una negligencia o un error judicial, puesto que el condenado pasaría a ocupar una celda a la espera de que se cumpliera esa sentencia, como había tantos otros en todo el país. De vez en cuando, en algún Estado se procedía, de forma aislada y excepcional, a ejecutar a un condenado. Y de nuevo la siniestra sombra de la pena de muerte volvía a planear sobre tantos y tantos reclusos a quienes la Justicia había sentenciado a ser ajusticiados.
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