pleyade
9 septiembre 2019, 12:13
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 3,6 Mb
Hosts: Userscloud & Uploaded
Sinopsis:
La política es la administración de los tiempos. La religión es el tiempo perpetuo. La cópula es tiempo abolido. Los fundamentalistas quieren detener el tiempo y están dispuestos a matar y morir por ello. Pero sobre el tiempo no hay espacio para decir apenas lo esencial, con una sonrisa, salvo que existe para que no todo nos suceda a la vez. O, con más gravedad, que sea la imagen en movimiento de la eternidad. Y se redacta este prólogo a contrarreloj –con el tictac ya sonando insistente en el trasfondo–:
De poco dispusieron los ocupados denodadamente en darle caza al bisonte, pero como las revoluciones nos ampliaron las expectativas, más teleológicas que nunca, nos sobró tiempo para matarlo tal y como quisimos, en ocio y esparcidos. Sin embargo, de nuevo nos lo escamotean, ya sin tiempos muertos, que además nos revenden vaciados, pues nuestro tiempo es su oro: la población ocupada, sin un minuto, y sin empleo, mirando atónita el empeño de quienes desean volvernos al antepretérito, a un presente opresivo e inalterado de decapitaciones y vientres subyugados o de autoritarismos disfrazados de solidaridad. Aunque nada permanece y dura.
Este número abre con un discurso de Salman Rushdie de hace un cuarto de siglo, que se proyecta sobre este mismo instante, sobre las perversiones de la política del espíritu, y cierra con inéditos de Guillermo Cabrera Infante, sobre las perversiones incesantes del espíritu de la política, que se proyectan sobre este mismo momento. En ambos la pregunta: «¿Nada es sagrado?». Literatura y política de otros tiempos y de éstos, con un añadido recuento de Sergio Ramírez sobre los tiempos revolucionarios en Nicaragua, cuando Christopher Hitchens lo entrevistó para Granta en 1985 y Bill Buford le pidió que escribiera unos años después un texto que él empezó con el inicio de la novela de Dickens: «Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, la edad de la sabiduría, el ciclo de la estupidez, la fase de la creencia, la etapa de la incredulidad, la estación de la Luz, la hora de las Sombras, era la primavera de la esperanza, el invierno de la desesperación, lo teníamos todo por delante, nada había frente a nosotros...». La revolución instaurada, el fin de los tiempos, casi mató el momento del escritor Ramírez, pero un editor llegó justo a tiempo y revivimos hoy el fracaso de anoche.
Los israelíes Shimon Adaf y Nir Baram responden a la pregunta que interpela a Rushdie y a Cabrera Infante: suyo es el tiempo de una generación llamada a expresarse en un idioma casi muerto detenido en el tiempo de lo sagrado, y ahora redivivo. ¿Cómo hacer cotidiano un idioma divino y fijar la memoria en el presente, fijar las formas de la actualidad más inmediata, la de jóvenes que no quieren recordar el pasado colectivo sino forjar un futuro individual?
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La política es la administración de los tiempos. La religión es el tiempo perpetuo. La cópula es tiempo abolido. Los fundamentalistas quieren detener el tiempo y están dispuestos a matar y morir por ello. Pero sobre el tiempo no hay espacio para decir apenas lo esencial, con una sonrisa, salvo que existe para que no todo nos suceda a la vez. O, con más gravedad, que sea la imagen en movimiento de la eternidad. Y se redacta este prólogo a contrarreloj –con el tictac ya sonando insistente en el trasfondo–:
De poco dispusieron los ocupados denodadamente en darle caza al bisonte, pero como las revoluciones nos ampliaron las expectativas, más teleológicas que nunca, nos sobró tiempo para matarlo tal y como quisimos, en ocio y esparcidos. Sin embargo, de nuevo nos lo escamotean, ya sin tiempos muertos, que además nos revenden vaciados, pues nuestro tiempo es su oro: la población ocupada, sin un minuto, y sin empleo, mirando atónita el empeño de quienes desean volvernos al antepretérito, a un presente opresivo e inalterado de decapitaciones y vientres subyugados o de autoritarismos disfrazados de solidaridad. Aunque nada permanece y dura.
Este número abre con un discurso de Salman Rushdie de hace un cuarto de siglo, que se proyecta sobre este mismo instante, sobre las perversiones de la política del espíritu, y cierra con inéditos de Guillermo Cabrera Infante, sobre las perversiones incesantes del espíritu de la política, que se proyectan sobre este mismo momento. En ambos la pregunta: «¿Nada es sagrado?». Literatura y política de otros tiempos y de éstos, con un añadido recuento de Sergio Ramírez sobre los tiempos revolucionarios en Nicaragua, cuando Christopher Hitchens lo entrevistó para Granta en 1985 y Bill Buford le pidió que escribiera unos años después un texto que él empezó con el inicio de la novela de Dickens: «Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, la edad de la sabiduría, el ciclo de la estupidez, la fase de la creencia, la etapa de la incredulidad, la estación de la Luz, la hora de las Sombras, era la primavera de la esperanza, el invierno de la desesperación, lo teníamos todo por delante, nada había frente a nosotros...». La revolución instaurada, el fin de los tiempos, casi mató el momento del escritor Ramírez, pero un editor llegó justo a tiempo y revivimos hoy el fracaso de anoche.
Los israelíes Shimon Adaf y Nir Baram responden a la pregunta que interpela a Rushdie y a Cabrera Infante: suyo es el tiempo de una generación llamada a expresarse en un idioma casi muerto detenido en el tiempo de lo sagrado, y ahora redivivo. ¿Cómo hacer cotidiano un idioma divino y fijar la memoria en el presente, fijar las formas de la actualidad más inmediata, la de jóvenes que no quieren recordar el pasado colectivo sino forjar un futuro individual?
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