pleyade
9 septiembre 2019, 16:28
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 1,9 Mb
Hosts: Userscloud & Uploaded
Sinopsis:
Hod Winchell detuvo su caballo en la plaza de Canton, extrañándole mucho encontrarla desierta. Tan sólo se veía a una mujer asomada a su ventana.
—Dígame, señora —preguntó—. La casa del juez Baldok, ¿está muy lejos de aquí?
En el rostro de la mujer se dibujó una mueca extraña. Pero contestó, señalando al mismo tiempo hacia adelante:
—Entre por esa calle y lo sabrá en seguida. Todos los hombres del pueblo se han citado frente a ella.
Y cerró la ventana de golpe.
Hod Winchell dirigió su caballo hacia donde le habían indicado. Pronto descubrió un numeroso grupo de hombres que le daban la espalda, y entonces se apeó.
Andando, ahora, se introdujo entre la multitud que interceptaba la calle. Por lo visto todos los hombres del pueblo se habían dado cita allí, como si esperasen presenciar algo digno de verse.
En la calle reinaba un relativo silencio. Todas las miradas estaban fijas en un punto determinado delante de ellos.
Hod Winchell consiguió llegar a la primera fila. Daba la impresión de ser un espectador más. Con la sola diferencia de que sus ojos no demostraban la curiosidad que se leía en los de los otros. Los suyos brillaban ahora con peligrosa luz, clavados con fija insistencia en el más alto de los dos hombres que en aquel momento, decía a otro que ostentaba la estrella de sheriff en su pecho.
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Hod Winchell detuvo su caballo en la plaza de Canton, extrañándole mucho encontrarla desierta. Tan sólo se veía a una mujer asomada a su ventana.
—Dígame, señora —preguntó—. La casa del juez Baldok, ¿está muy lejos de aquí?
En el rostro de la mujer se dibujó una mueca extraña. Pero contestó, señalando al mismo tiempo hacia adelante:
—Entre por esa calle y lo sabrá en seguida. Todos los hombres del pueblo se han citado frente a ella.
Y cerró la ventana de golpe.
Hod Winchell dirigió su caballo hacia donde le habían indicado. Pronto descubrió un numeroso grupo de hombres que le daban la espalda, y entonces se apeó.
Andando, ahora, se introdujo entre la multitud que interceptaba la calle. Por lo visto todos los hombres del pueblo se habían dado cita allí, como si esperasen presenciar algo digno de verse.
En la calle reinaba un relativo silencio. Todas las miradas estaban fijas en un punto determinado delante de ellos.
Hod Winchell consiguió llegar a la primera fila. Daba la impresión de ser un espectador más. Con la sola diferencia de que sus ojos no demostraban la curiosidad que se leía en los de los otros. Los suyos brillaban ahora con peligrosa luz, clavados con fija insistencia en el más alto de los dos hombres que en aquel momento, decía a otro que ostentaba la estrella de sheriff en su pecho.
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