pleyade
16 octubre 2019, 16:28
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 1,3 Mb
Servidores: USERSCLOUD & UPLOADED
Sinopsis:
—¡Mamá! ¡Mamá!
La niña venía corriendo a través de los surcos del campo labrado, agitando desesperadamente las manos a la vez que señalaba en dirección al camino.
Fredrika Bremen tiró de las riendas del rocín.
—¡Soo..., caballo!
Un hombre venía por el camino y el joven corazón de Fredrika brincó sobresaltada mente en su agitado pecho. «¡El!», pensó.
Pero las probabilidades de que aquel hombre fuera precisamente el que ella esperaba, no eran mayores esta vez que las otras veces que un solitario viajero se acercó a la casa.
El hombre marchaba a pie por el centro del camino, llevando de las riendas un caballo que le seguía cojeando.
Fredrika hizo una seña a la niña, ató las riendas del viejo rocín a la esteva del arado y cruzó rápidamente el campo en dirección a la casa.
El desconocido estaba trasponiendo la cerca cuando Fredrika alcanzó el pórtico del edificio.
—¿Es papá? —inquirió anhelante la pequeña Mary.
—No, no lo es. Entra en casa, Mary.
Fredrika tomó de la mano a la niña, la arrastró consigo al interior de la casa y corrió a descolgar el viejo rifle que figuraba como motivo ornamental sobre la campana de la chimenea.
Con el rifle firmemente empuñado, la joven salió al pórtico y contempló ominosamente al forastero que entraba en el patio.
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—¡Mamá! ¡Mamá!
La niña venía corriendo a través de los surcos del campo labrado, agitando desesperadamente las manos a la vez que señalaba en dirección al camino.
Fredrika Bremen tiró de las riendas del rocín.
—¡Soo..., caballo!
Un hombre venía por el camino y el joven corazón de Fredrika brincó sobresaltada mente en su agitado pecho. «¡El!», pensó.
Pero las probabilidades de que aquel hombre fuera precisamente el que ella esperaba, no eran mayores esta vez que las otras veces que un solitario viajero se acercó a la casa.
El hombre marchaba a pie por el centro del camino, llevando de las riendas un caballo que le seguía cojeando.
Fredrika hizo una seña a la niña, ató las riendas del viejo rocín a la esteva del arado y cruzó rápidamente el campo en dirección a la casa.
El desconocido estaba trasponiendo la cerca cuando Fredrika alcanzó el pórtico del edificio.
—¿Es papá? —inquirió anhelante la pequeña Mary.
—No, no lo es. Entra en casa, Mary.
Fredrika tomó de la mano a la niña, la arrastró consigo al interior de la casa y corrió a descolgar el viejo rifle que figuraba como motivo ornamental sobre la campana de la chimenea.
Con el rifle firmemente empuñado, la joven salió al pórtico y contempló ominosamente al forastero que entraba en el patio.
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