pleyade
8 noviembre 2019, 16:49
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FICHA TÉCNICA
Formato: epub
Tamaño: 121 Kb
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Sinopsis:
Estaba todavía semiinconsciente, ya que aún no se habían disipado los efectos de la droga que le habían propinado. Cleo de Winterhurst tardó un buen rato en darse cuenta de lo que sucedía.
Entonces, se encontró en un cubículo de paredes de metal, el suelo de tierra y las ventanas completamente tapadas por planchas del mismo metal. No obstante, había luz y procedía de una lámpara eléctrica colgada del techo.
Delante de ella había un hombre alto y fornido, vestido con ropas azules de mecánico, pero con la cabeza completamente tapada por un capuchón negro, en el que sólo se abrían los orificios para los ojos y la boca. Pero ésta quedaba oculta por un vendaje similar a la mascarilla aséptica usada por los cirujanos en el quirófano y, en cuanto a los ojos, estaban cubiertos por unos gruesos cristales de color oscuro. Finalmente, las manos quedaban enguantadas y era imposible adivinar la identidad del secuestrador.
Porque a Cleo ya no le cabía la menor duda de que estaba secuestrada. En torno a su tobillo derecho tenía una argolla, unida a una larga cadena de hierro, cuyo extremo opuesto quedaba sujeto a una anilla, la cual era el remate de una corta barra del mismo metal, hundida, al parecer, profundamente en el suelo.
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Estaba todavía semiinconsciente, ya que aún no se habían disipado los efectos de la droga que le habían propinado. Cleo de Winterhurst tardó un buen rato en darse cuenta de lo que sucedía.
Entonces, se encontró en un cubículo de paredes de metal, el suelo de tierra y las ventanas completamente tapadas por planchas del mismo metal. No obstante, había luz y procedía de una lámpara eléctrica colgada del techo.
Delante de ella había un hombre alto y fornido, vestido con ropas azules de mecánico, pero con la cabeza completamente tapada por un capuchón negro, en el que sólo se abrían los orificios para los ojos y la boca. Pero ésta quedaba oculta por un vendaje similar a la mascarilla aséptica usada por los cirujanos en el quirófano y, en cuanto a los ojos, estaban cubiertos por unos gruesos cristales de color oscuro. Finalmente, las manos quedaban enguantadas y era imposible adivinar la identidad del secuestrador.
Porque a Cleo ya no le cabía la menor duda de que estaba secuestrada. En torno a su tobillo derecho tenía una argolla, unida a una larga cadena de hierro, cuyo extremo opuesto quedaba sujeto a una anilla, la cual era el remate de una corta barra del mismo metal, hundida, al parecer, profundamente en el suelo.
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