pleyade
14 febrero 2020, 16:10
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FICHA TÉCNICA
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SINOPSIS
Londres, Inglaterra. 11 de julio
de 1995. Domingo. 10:30 de la noche. La
noche cubría con su oscuro velo la ciudad
entera. Junto con la oscuridad absoluta, la lluvia, que
había sacudido la ciudad de manera constante duran-
te la última semana, provocando que las calles estu-
viesen desiertas.
Pero no del todo.
De uno de los callejones circundantes a Cranbourn
St. salió una joven de no más de 28 años de edad,
l72 centímetros de altura, con ojos grises, y una lar-
ga melena morena. Tras mirar a ambos lados de la a-
cera para asegurarse de que no había nadie, la atrac-
tiva chica, que llevaba un largo vestido negro y unos
zapatos de tacón de igual color, continuó su camino
a través de las desiertas y tenebrosas calles de la ciu-
dad.
Al cabo de unos minutos, la chica se paró. Creía ha-
ber oído un ruido, un ruido sordo y continuo; un pa-
recido a pasos que la estaban siguiendo. Resuelta a
descubrir de qué se trataba, la joven giró a la dere-
cha, y caminó hasta el fondo del callejón, donde, su-
puestamente, los pasos habían empezado a seguirla.
Abrió su bolso negro y, tras sacar una pequeña lin-
terna, alumbró con ella la pared que marcaba el final
del callejón.
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SINOPSIS
Londres, Inglaterra. 11 de julio
de 1995. Domingo. 10:30 de la noche. La
noche cubría con su oscuro velo la ciudad
entera. Junto con la oscuridad absoluta, la lluvia, que
había sacudido la ciudad de manera constante duran-
te la última semana, provocando que las calles estu-
viesen desiertas.
Pero no del todo.
De uno de los callejones circundantes a Cranbourn
St. salió una joven de no más de 28 años de edad,
l72 centímetros de altura, con ojos grises, y una lar-
ga melena morena. Tras mirar a ambos lados de la a-
cera para asegurarse de que no había nadie, la atrac-
tiva chica, que llevaba un largo vestido negro y unos
zapatos de tacón de igual color, continuó su camino
a través de las desiertas y tenebrosas calles de la ciu-
dad.
Al cabo de unos minutos, la chica se paró. Creía ha-
ber oído un ruido, un ruido sordo y continuo; un pa-
recido a pasos que la estaban siguiendo. Resuelta a
descubrir de qué se trataba, la joven giró a la dere-
cha, y caminó hasta el fondo del callejón, donde, su-
puestamente, los pasos habían empezado a seguirla.
Abrió su bolso negro y, tras sacar una pequeña lin-
terna, alumbró con ella la pared que marcaba el final
del callejón.
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