pleyade
15 febrero 2020, 12:22
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SINOPSIS
Una lengua de tacto rugoso recorrió la mejilla de Ms.Tallent y no cesó hasta que cumplió su objetivo: despertarla.
—Oh, Vader… mierda… —maldijo la joven entre balbuceos y con un ojo todavía entornado.
La luz de la mañana de aquel miércoles ya atravesaba las finas cortinas color pistacho del dormitorio. Tallent se inclinó hacia el despertador que reposaba sobre una mesilla de noche de madera, muy vintage. Marcaba las 9:45. Era la hora de despertarse, como bien se encargó de recordar Vader al brincar desde la cama y dirigirse en un visto y no visto hacia su comedero vacío de alimento.
La recién levantada se frotó la cara con ambas manos y estiró los brazos hasta que le crujieron los músculos de la espalda. Después llenó el cuenco de Vader de bolitas de pienso, puso un vinilo de Paul Simon en el tocadiscos del salón, y se acercó a mirar por la ventana. Oxford había amanecido tranquilo y hermoso. El sol invadía la Walton Street y las bicicletas circulaban por el asfalto, que ya empezaba a notar cómo el otoño caía de los árboles. Lanzó un nuevo bostezo y un encantador gemido, parecido al de una cobaya, salió de su boca.
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Una lengua de tacto rugoso recorrió la mejilla de Ms.Tallent y no cesó hasta que cumplió su objetivo: despertarla.
—Oh, Vader… mierda… —maldijo la joven entre balbuceos y con un ojo todavía entornado.
La luz de la mañana de aquel miércoles ya atravesaba las finas cortinas color pistacho del dormitorio. Tallent se inclinó hacia el despertador que reposaba sobre una mesilla de noche de madera, muy vintage. Marcaba las 9:45. Era la hora de despertarse, como bien se encargó de recordar Vader al brincar desde la cama y dirigirse en un visto y no visto hacia su comedero vacío de alimento.
La recién levantada se frotó la cara con ambas manos y estiró los brazos hasta que le crujieron los músculos de la espalda. Después llenó el cuenco de Vader de bolitas de pienso, puso un vinilo de Paul Simon en el tocadiscos del salón, y se acercó a mirar por la ventana. Oxford había amanecido tranquilo y hermoso. El sol invadía la Walton Street y las bicicletas circulaban por el asfalto, que ya empezaba a notar cómo el otoño caía de los árboles. Lanzó un nuevo bostezo y un encantador gemido, parecido al de una cobaya, salió de su boca.
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