pleyade
13 octubre 2020, 17:27
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FICHA TÉCNICA
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SINOPSIS
LOS dos hombres cambiaron una mirada en silencio.
Después, como de mutuo acuerdo, ambos desenfundaron sus revólveres. Al amartillarlos, los percutores emitieron un seco chasquido en el profundo silencio del lugar.
—Este sitio me da miedo, Doug —confesó uno.
—Y a mí—corroboró el otro.
Echaron a andar con cautela, sin dejar de escudriñar alrededor, en busca de algún posible signo de vida. No lo encontraron.
Los edificios en torno suyo eran como sepulcros en un cementerio. Ni un ruido, ni una leve luz, ni un indicio de existencia humana o animal. Sólo la oscuridad y el silencio. Como en todo el pueblo.
Repentinamente, algo crujió a su espalda.
Se volvieron los dos rápidamente. Uno estuvo a punto de apretar el gatillo, pero se contuvo a tiempo.
—No es más que un matojo de artemisa arrastrado por el viento, Mitch —habló el llamado Doug.
—Maldita sea, ya lo veo —rezongó Mitch malhumorado, siguiendo con irritada mirada el deslizar de un ovillo de artemisas por la polvorienta calzada, hasta saltar a una acera de tablas, donde emitió otro chirrido largo y agrio, capaz de erizar los cabellos a cualquiera en la fría y oscura noche—. Pero no pude dominar los nervios.
—Debemos serenarnos. No hay nadie en este lugar, Mitch. Sólo nosotros.
—Quizá. Pero sigue sin gustarme.
—No vinimos a que nos gustara el pueblo, sino en busca de algo, ¿no? —le recordó Doug secamente.
—Sí, claro —el otro se encogió de hombros—. Si ese condenado tipo dijo la verdad…
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LOS dos hombres cambiaron una mirada en silencio.
Después, como de mutuo acuerdo, ambos desenfundaron sus revólveres. Al amartillarlos, los percutores emitieron un seco chasquido en el profundo silencio del lugar.
—Este sitio me da miedo, Doug —confesó uno.
—Y a mí—corroboró el otro.
Echaron a andar con cautela, sin dejar de escudriñar alrededor, en busca de algún posible signo de vida. No lo encontraron.
Los edificios en torno suyo eran como sepulcros en un cementerio. Ni un ruido, ni una leve luz, ni un indicio de existencia humana o animal. Sólo la oscuridad y el silencio. Como en todo el pueblo.
Repentinamente, algo crujió a su espalda.
Se volvieron los dos rápidamente. Uno estuvo a punto de apretar el gatillo, pero se contuvo a tiempo.
—No es más que un matojo de artemisa arrastrado por el viento, Mitch —habló el llamado Doug.
—Maldita sea, ya lo veo —rezongó Mitch malhumorado, siguiendo con irritada mirada el deslizar de un ovillo de artemisas por la polvorienta calzada, hasta saltar a una acera de tablas, donde emitió otro chirrido largo y agrio, capaz de erizar los cabellos a cualquiera en la fría y oscura noche—. Pero no pude dominar los nervios.
—Debemos serenarnos. No hay nadie en este lugar, Mitch. Sólo nosotros.
—Quizá. Pero sigue sin gustarme.
—No vinimos a que nos gustara el pueblo, sino en busca de algo, ¿no? —le recordó Doug secamente.
—Sí, claro —el otro se encogió de hombros—. Si ese condenado tipo dijo la verdad…
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