jmm00044
9 diciembre 2010, 18:49
El sentido del cine - Sergei M. Eisenstein
http://i1127.photobucket.com/albums/l625/jmm00044/11/520085.jpg
Bautizado casi a la par como poeta de la Revolución Rusa y teórico fundamental del cine, Sergei Eisenstein (1898-1948) continúa siendo vital en la formación de nuevos realizadores y actual en su concepción del cine como un arte consustanciado con el análisis intelectual. Su escasa filmografía cuenta con algunos clásicos absolutos, que debieran ser materia obligada para comprender el arte moderno. Títulos como La huelga, Octubre, la inconclusa ¡Que viva México!, o las semblanzas históricas de Alexander Nevsky e Iván el Terrible, por no citar al comienzo El acorazado Potemkin, uno de los testimonios de su genio creador que se disputa con El ciudadano de Orson Welles el puesto de obra máxima del cine.
En tiempos de desconcierto cultural, no sorprende que a 110 años de su nacimiento, el 23 de enero pasado, y a sesenta de su muerte, el 11 de febrero de 1948, su figura haya pasado inadvertida para los grandes medios. La ignorancia deliberada hace más fácil desembarazarse del análisis de un período complejo de la historia y entregarse de brazos abiertos al último best-seller, al éxito reciente de Hollywood o, lo que es peor, al chisme de la farándula como vehículos de dudosas estructuras de sentido ético que esconden las contradicciones de la condición humana.
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Bautizado casi a la par como poeta de la Revolución Rusa y teórico fundamental del cine, Sergei Eisenstein (1898-1948) continúa siendo vital en la formación de nuevos realizadores y actual en su concepción del cine como un arte consustanciado con el análisis intelectual. Su escasa filmografía cuenta con algunos clásicos absolutos, que debieran ser materia obligada para comprender el arte moderno. Títulos como La huelga, Octubre, la inconclusa ¡Que viva México!, o las semblanzas históricas de Alexander Nevsky e Iván el Terrible, por no citar al comienzo El acorazado Potemkin, uno de los testimonios de su genio creador que se disputa con El ciudadano de Orson Welles el puesto de obra máxima del cine.
En tiempos de desconcierto cultural, no sorprende que a 110 años de su nacimiento, el 23 de enero pasado, y a sesenta de su muerte, el 11 de febrero de 1948, su figura haya pasado inadvertida para los grandes medios. La ignorancia deliberada hace más fácil desembarazarse del análisis de un período complejo de la historia y entregarse de brazos abiertos al último best-seller, al éxito reciente de Hollywood o, lo que es peor, al chisme de la farándula como vehículos de dudosas estructuras de sentido ético que esconden las contradicciones de la condición humana.
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