jmm00044
15 octubre 2013, 10:11
Sociología de una revolución – Frantz Fanon
http://i1127.photobucket.com/albums/l625/jmm00044/AA/2-85.jpg
El colonialismo, recuerda Fanon, introdujo a martillazos la idea de una sociedad de individuos donde cada cual se encierra en su subjetividad, en el espíritu subterráneo, el egoísmo, la recriminación orgullosa y esa altanería pueril de querer decir siempre la última palabra. Y toda la actividad política que de aquí nace (en la que caben las disertaciones sobre el tema de los derechos) es político-electoral, orientada según la idea de que “cada hombre es un voto”.
Los partidos políticos del orden colonizado, por más nacionalistas y democráticos que se presenten, no insisten jamás en la prueba de la fuerza, porque su objetivo no es la transformación radical del sistema. Pacifistas, legalistas, de hecho partidarias del orden, esas formaciones plantean crudamente a la élite la demanda que les parece esencial: “Dénnos participación en el poder”. El diálogo entre esos partidos y el sistema colonial no se rompe jamás. Se discuten arreglos, representación electoral, libertad de prensa, libertad de asociación y reformas. Pero este sistema no es una máquina de pensar, no es un cuerpo guiado por la razón, sino una violencia organizada, una relación de fuerza que sólo puede inclinarse ante otra fuerza mayor: la fuerza desplegada de todo el pueblo, como lo demostró Vietnam.
En el libro se hacen afirmaciones tajantes de la necesidad de un avance claro del movimiento de las mujeres (la libertad del pueblo argelino se identifica con la liberación de las mujer, con su entrada en la Historia) y una total descalificación de los argelinos que recurren a la tortura para combatir a los franceses.
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El colonialismo, recuerda Fanon, introdujo a martillazos la idea de una sociedad de individuos donde cada cual se encierra en su subjetividad, en el espíritu subterráneo, el egoísmo, la recriminación orgullosa y esa altanería pueril de querer decir siempre la última palabra. Y toda la actividad política que de aquí nace (en la que caben las disertaciones sobre el tema de los derechos) es político-electoral, orientada según la idea de que “cada hombre es un voto”.
Los partidos políticos del orden colonizado, por más nacionalistas y democráticos que se presenten, no insisten jamás en la prueba de la fuerza, porque su objetivo no es la transformación radical del sistema. Pacifistas, legalistas, de hecho partidarias del orden, esas formaciones plantean crudamente a la élite la demanda que les parece esencial: “Dénnos participación en el poder”. El diálogo entre esos partidos y el sistema colonial no se rompe jamás. Se discuten arreglos, representación electoral, libertad de prensa, libertad de asociación y reformas. Pero este sistema no es una máquina de pensar, no es un cuerpo guiado por la razón, sino una violencia organizada, una relación de fuerza que sólo puede inclinarse ante otra fuerza mayor: la fuerza desplegada de todo el pueblo, como lo demostró Vietnam.
En el libro se hacen afirmaciones tajantes de la necesidad de un avance claro del movimiento de las mujeres (la libertad del pueblo argelino se identifica con la liberación de las mujer, con su entrada en la Historia) y una total descalificación de los argelinos que recurren a la tortura para combatir a los franceses.
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