Los hombres y las mujeres somos diferentes, está claro, y eso convierte la convivencia en una aventura diaria. Una aventura en la que, por lo general, son ellas las que se las arreglan para que las cosas se hagan a su manera. Y los hombres podemos adoptar dos actitudes: rebelarnos y luchar para que nuestra voz se escuche, o resignarnos y aceptar sin rechistar el criterio de nuestra pareja. En ambos casos acabaremos haciendo lo que ella quiera, pero la primera opción es más incómoda, exige discutir, y la segunda es más práctica y pacífica.
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Cosas de dos - Javier Serrano
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