Ese día las calles se llenaron de gente, y yo me uní a ellos. No sabía a donde iba, pero decidí ser uno más entre el bullicio que provocaba la masa, porque, yo era parte de aquello, sentía que lo que la gente quería lo mismo que quería yo, sentía que sus deseos eran los míos.
Poco a poco, pero sin pausa, las decenas se convirtieron en cientos, y los cientos en miles, y los miles… los miles acabaron por ser una oleada de gente de toda edad, de toda raza, de toda condición: gente con sueños, gente con esperanza, gente que quería cambiar un presente lleno de desilusión y tristeza por un futuro de esperanza y alegría. ¿Lo lograríamos?. ¿Conseguiríamos remover conciencias?. Ese era nuestro anhelo.