Lo lamento, lo lamento... llevo varios días sin entrar y veo que dejé esto detenido!!! No alcancé a escribir lo mío, pero ya bastante demora hay. ¡Aquí va la recopilación!

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CapitanBlood
Nunca había visto unos ojos tan expresivos y no pude seguir mirando. El odio reflejado era atroz.
Pero no sólo esa furia me incomodaba. El desprecio también asomaba en su mirada, mostrando una sensación de superioridad incontrastable.
El hielo de su voz congeló el ambiente: “No tienen derecho a juzgarme. No son mis pares”. Luego, volvió a sumirse en el silencio rabiosamente despectivo que nos separaba tan inexorablemente como un abismo.
Debe haber sido temible cuando joven. Agudo perro de presa y feroz asesino, el listado de sus culpas abrumaría a cualquiera, menos a él.
Y en el momento de impartir justicia yo debía ser ecuánime, no prejuzgar sus culpas y concederle todos los beneficios de la ley, evitando la tentación de ser espejo de su barbarie.
Duro es el oficio de Juez. Pero necesario. Impartiendo justicia y no venganza.
Serenamente, declaré abierta la Causa del Estado y el Pueblo contra otro represor ilegal en la Argentina.

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Alexis
Ana
Nunca había visto unos ojos tan expresivos como los de Ana. Cualquiera diría que los suyos, su larga cabellera negra, su piel blanca como la leche, su prístina inocencia y bondad, habían sido extraídos de la María de Jorge Isaacs. Sin embargo, su andar cadencioso, su apacible carácter, su rostro melifluo y su mirada atenta y solícita, escondían una honda y amarga tristeza.
Durante muchos años amó al hombre que nunca la correspondió, aquel por quien ella suspiraba a cada momento, aquel de cuyo pecho habría querido amanecer prendida cada uno de los días que le quedaran de vida. Pero se cansó de esperar. No dejó ninguna nota de despedida...no valía la penan, no tenía sentido. Depués de todo, y a pesar que albergaba alguna esperanza, ni ella era María, ni él Efraín...
Partió igual que Alfonsina...

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Pablo Chavarría
Nunca había visto unos ojos tan expresivos, tan completos, tan certeros. Tan, como dicen en mi pueblo, lleno de chispas y fulgores. Importa poco lo que contemplaban; si era el frescor del alba o un ocaso de perpetua llama, si la cima conquistada o las que están por conquistarse. Si veía al hombre, oprimido desde la brutal suma de injusticias, las cuáles sumadas; alimentan el oscuro metal de los rencores (El que habrá de fundirse en el ardiente horno de las reivindicaciones sociales).
¿Qué veía Guevara, el auténtico? Con aquellos ojos suyos, que semejan largos sorbos del bendito café de la mañana, el cual debe acompañar siempre, al pan de cada día. Aquellos ojos, por mí jurado, nunca tan expresivos como ahora. O más bien, como siempre. ¡Cántale, Carlitos Puebla!

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Lap
Nunca había visto unos ojos tan expresivos. Nunca podría olvidarlos, nunca.
Podría recordar otros miles de momentos, casi tan perfectos como el fulgor de sus ojos, llamenando vida a raudales. Pero aquel último instante de vida, de su vida, era lo que jamás podría olvidar. El momento en que comprendió que tenía, que debía, depedirse. Irremediablemente, sin que pudiera hacer nada, atada de pies y manos, en contra su voluntad, se marchaba. Y con la intensidad, llena de amor, de su mirada, se despidió de los presentes. No hubo palabras, ni suspiros tan solo una paz inmensa llenó la estancia con la expresión de sus vividos y hermosos ojos. Hasta el fin, hasta siempre. Hasta el reencuentro, pareció decir......

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Jseditar
Nunca había visto unos ojos tan expresivos y un amor desbordante me sugiere que nunca habrá otros comparables.
La soñé desde niño, imaginándola a mi lado, sabiendo que sería la Mujer de mi vida.
Pero no sólo su mirada me estremece. Espero sus palabras ávidamente, con esperanzas continuamente renovadas y cada nuevo decir que me dedica hace flaquear mis rodillas, despertándome un éxtasis difícil de explicar.
Sus formas, femeninas por excelencia, muestran esa deidad que, aunque no me corresponda, hace natural nuestra supervivencia como raza sobre la tierra. Todos los días su figura crece, cubriendo cada vez más el panorama que ansío contemplar.
No sé cómo pude aguantar estos días lejos de ella, en un viaje sin sentido.
Pero estoy listo para responder largamente la pregunta que me aguarda, demostrándole que reinó en mi cabeza pese a la lejanía: “¿Qué me trajiste, papito?”.
Antes, tomando en brazos a mi niña, un gran besote atestiguará mi devoción eterna.
PARA VOTAR: HASTA EL MIERCOLES 23