Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla. Aunque, escuchando a la conciencia, comprendía que estaba tomando un camino peligroso, mi cuerpo marchaba por otros derroteros e iba mas acorde con la reacción humanamente natural de cualquier macho.
La captación de cada uno de los sentidos dió lugar a la revolución interna que no me dejaba pensar con claridad ni articular palabra. En su cara se dibujaba una leve sonrisa con aires de complicidad, pero, realmente ¿como podría interpretar este dulce gesto?, ¿declaración de intenciones? o ¿simplemente le parecia graciosa la situación sin mas?. Sea como fuere, había llegado el momento de comprobarlo, al fin, en otro escenario que no fuese mi perpétuo sueño.