En teoría, el único riesgo lo corría al recorrer esos últimos metros, los del
umbral de mi propia casa. ¿Que qué hacía yo ahí? Buscar mi propia felicidad,
le pesase a quien le pesase. Ya estaba cansada de sufrir en silencio aquel
infierno, de escuchar miles de gritos y reproches, de aguantar contínuas
humillaciones...
Después de esos primeros pasos, los siguientes fueron mucho más ligeros,
el día parecía hacerse mucho más claro, y el aire mucho más limpio... Por fin
era libre, la dueña de mi propia vida. En ese mismo momento decidí no volver
a mirar hacia atrás, tan solo mirar hacia delante, hacia un futuro incierto pero
mio al fin y al cabo...