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Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla.
se me hacía agua la boca y no pude evitar contracciones cercanas al vientre poniéndome sobre aviso: La bestia estaba despertando. Al contemplar la ventana sentí mi necesidad erguida reclamando lo que él gozaba.
Me miró con mala entraña.
Lo decía karlitos en el manifiesto: Los burgueses defienden la propiedad privada porque creen que queremos quedarnos con sus mujeres.
La suya, infartaba. Verla cortaba el aliento. Mirar su boca tras el ventanal del restaurante, acariciando delicadamente los manjares y hamacándolos en su lengua me hacía ansiar ser devorado.
Después de comerla, claro …….
Con el paro, las cosas se habían puesto difíciles ….. Días pasando hambre.
¿qué importaba la mina? …… ni la había mirado …….
No tenían derecho de someter simples mortales al suplicio de tántalo. Poner semejante paella valenciana a vista y paciencia de tanto hambriento era criminal.
Ella …….. Esa mariscada me desvelaba. Hacerla mía sería perfecto.
Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla y esto implicaba que dormirían mis sentidos como faros, mis razones salvavidas y mi encumbrada -casi soberbia- manera de ser siempre fiel a lo que pienso.
Allí estaba: Yaciente, callada y lívida. Sin dudas. Su cuerpo era una imagen venida de los cielos, un perfume sólido. De áspera textura, por todas las manos que alguna vez la recorrieron; al sentirme todavía recordó cómo agitarse, cual virgen nerviosa. Mi mano simple, mi sola mirada, se sentían cómplices de un terrible pecado inconfesable.
Turbado, confundido y ya demasiado culpable para alegar inocencia; tomé la daga oscura y rígida y de un golpe certero sobre su cuerpo, comencé a escribir furiosamente algo como esto:
Amada mía,
escribo sobre esta hoja en blanco
y siento a la vez como si te tuviera
y como si con ella te engañara…
149 palabras.
Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla, pero no podía, aún no era libre y ella se merecía mucho más respeto por mi parte. Ardía en deseos por estar tan solo una noche con ella. O toda la vida si ella me lo permitía.
Puede que suene anticuado, pero eso es lo que me mostraron. Amar en silencio no se me daba bien y desearla , menos aún. Cada vez que hablo con ella, mi cuerpo reacciona, despertando mis más basicos instintos. Difícil de ocultar...
Cuando termine mi contrato, ya no será mi superior y entonces....
Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla, me averguenzo de ello, es la fruta prohibida, lo se, ella pertenece a mi mejor amigo, no debia ni de mirarla...
No puedo evitarlo es muy tentadora, esta parada, inmovil, provocando mis apetitos mas bajos, no se si podré resisitirme.
Nadie sabe lo que estoy sufriendo al resistirme, precisamente ahora que estoy pasando un mal momento animico por mis problemas financieros... Y ella recostada inmovil, provocadora, insinuante...
¡Que demonios! Nunca me enorgulleceré de ello pero no puedo mas, le meteré mano a la cartera que mi amigo olvidó ayer en la mesa de mi casa, al menos hoy tendré para comer.
Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla.
Mis amigos se burlaban. ¿una mujer intangible te conquistó?
Estaba lejos. El pecado de conocerla por internet tenía precio, en una historia por tantos repetida ….. Mi alma cautiva allende el océano, mi cuerpo en otras riberas y el corazón anhelante.
¡Malditos foros! ……. O benditos, por permitirme despertar …….
Quien inventó este ingenio pensaba en compartir conocimientos, pero en sus alas voló también el amor.
¿Cuántas palabras escribimos para decirnos “te quiero”? …… aunque la noción de imposible nos asaltaba, nos revolcaba, purgaba nuestros sentires en un infierno de presencia ausencia y lejanía.
Cruzaré los mares. Volaré con los vientos, pero no la perderé. ¿Qué significan kilómetros de aguas salobres cuando Romeo manda?
Cupido tiene flechas tecnológicas en su carcaj de hoy ……. Y nos tomó como blanco en voluptuosos chateos, encendidos skypes ……...
Espérame, amor ……. Mi barca surcará las aguas, cruzará el abismo …… llegará a ti.
Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla. Así, sin ambigüedades, hacerla mía. El primer paso lo dieron mis palabras, las más tiernas, las más movilizadoras, las más encantadoras que pudiera expresarle. Y ella respondió con la misma intensidad. Al abrazo de las palabras le siguió el abrazo de los brazos, enredados, apretando con fuerza al uno sobre el otro.
Pronto “el más básico de los instintos” tuvo la posibilidad de realizarse. Sublime y humano momento. Todavía no puedo entender porqué tiene tan mala reputación ese instinto, esas ganas de completarse en el otro, de comunicarse en ese profundo lenguaje, de verter en los cuerpos los sentimientos del alma.
Fui pleno al poseerla. Lo que no supe es que ella sentía ese mismo deseo hacia mí. Al sentirme poseído me asusté, y huí.
Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla. trabajábamos juntos y la mutua atracción se palpaba en el ambiente desde el primer día. Baje al archivo en busca de unos documentos, al entrar vi las escaleras desplegadas y en ellas su hermosa silueta estirándose para colocar un archivador, bajo dos escalones para coger una caja que estaba justo delante mío. La cogí e intente acercársela, no se había percatado de mi presencia y se sobresaltó al verme, resbalo y cayó de las escaleras, la cogí al vuelo. Estaba entre mis brazos, nuestras miradas se fundieron y sin apartar la mirada deje que sus pies volviesen al suelo, nuestros cuerpos seguían pegados y si poder ni querer remediarlo la bese, primero suavemente y poco a poco más apasionadamente, nuestras respiraciones eran cada vez más aceleradas y el roce de su cuerpo contra el mío me hizo soltar un jadeo…
Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla.
y tenerla ahí, postrada sobre mi cama, acentuaba mucho más aquel impulso.
me acerqué a ella y deslicé con mi dedo un mechón que cubría parcialmente
su rostro. Parecía un ángel. Tan frágil, tan sensual, tan bella...
y ahí me quedé. Perplejo. Mirándola. Incapaz de traicionar la confianza que
había depositado en mi. Estaba seguro que no habría aceptado quedarse en
casa de ningún otro hombre. Y yo, que la amaba desde hacía tanto, no podía
quitarme de la cabeza como sería hacerla mía. ¡sucio pensamiento!
salí de la habitación, era lo más prudente. Esperé a que amaneciera. La
acompañé a su casa y, su inocencia junto a sus dos besos de despedida me
fueron suficientes para comprender que, ella seguiría teniendo en mí a su
amigo incondicional.
Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla. Porque lo quería, y la quería. Pero, si me paraba a pensarlo durante un segundo, llegaba a la triste conclusión de que me estaba engañando a mí mismo, que la anhelaba sin pensar en las consecuencias, solo estaba inmerso en ese utópico sueño de querer que fuese “algo más”.
Pero soñaba… soñaba con sus labios despertando suave y dulcemente a los míos, soñaba con mis dedos acariciando un delicioso cuerpo de mujer, haciendo estremecer cada milímetro de su piel, soñaba con una tormenta de pasión, con dos barcas a merced de las olas y de la tormenta de placer que haría que acabásemos exhaustos, derrotados, pero felices, en una playa de ternura y cariño.
Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla. Aunque, escuchando a la conciencia, comprendía que estaba tomando un camino peligroso, mi cuerpo marchaba por otros derroteros e iba mas acorde con la reacción humanamente natural de cualquier macho.
La captación de cada uno de los sentidos dió lugar a la revolución interna que no me dejaba pensar con claridad ni articular palabra. En su cara se dibujaba una leve sonrisa con aires de complicidad, pero, realmente ¿como podría interpretar este dulce gesto?, ¿declaración de intenciones? O ¿simplemente le parecia graciosa la situación sin mas?. Sea como fuere, había llegado el momento de comprobarlo, al fin, en otro escenario que no fuese mi perpétuo sueño.
Ella despertó en mí el más básico de mis instintos, el deseo por poseerla.
Habíamos quedado para esa noche en un bar muy íntimo, por fin estaríamos solos, frente a nuestro destino.
Cuando llegó al bar se veía muy bella, falda corta y escote que llegaba hasta la gloria. Me quedé absorto, sin saber que decir. Miles de veces soñé este momento y ahí, frente a la belleza pura, no pude decir palabra alguna.
Me acerqué, me abrazó y yo le di un beso.
¿qué cenaremos? Preguntó.
Ya había olvidado la cena, solo quería ir a toda prisa a su casa y así se lo dije.
Ella aceptó y en la intimidad de su habitación, toqué el cielo. Pasó todo lo que las ganas, la espera, el deseo y el amor pueden dar.