Sentado en esa banca, solo pensaba en… en todo y en nada al mismo tiempo. Los pensamientos se agolpaban en mi mente, no era capaz de aclarar mis ideas, de llegar a algo positivo, de encontrar la solución al problema. Esa era la única y triste conclusión a la que había llegado en todo el tiempo que llevaba “plantado” allí (¿dos… quizás tres horas?, no estaba seguro).
Estaba metido en un buen lio aunque no lo hubiese buscado “ni por asomo”. Porque no, no fue premeditado enamorarme de ti de aquella manera, porque nunca hubiese imaginado que iba a pasar lo que había pasado, que desease la “fruta prohibida”: tú, la que eras “solamente” mi mejor amiga y confidente.