Perdón por el retraso... Razones de fuerza mayor que le llaman
Aquí va la recopilación!!!
Hasta el VIERNES 8 PARA VOTAR
Ese día las calles se llenaron de alegría desaforada.
¡¡Llovía!!
Después de tanto tiempo, después de aguantar el sucio y polvoriento paisaje, esta lluvia es un pequeño regalo y a la vez un respiro. Por fin tus plantas renacerán y con ellas volverá tu recuerdo. Tus hermosas plantas, esas que te hacían sonreír iluminando tu cara, aliviando pesares de tu afligida alma. Guardo esas semillas como un último tesoro.... y ahora que llueve, vengo a plantarlas, en esta, tu última morada.
Ese dia las calles se llenaron de alegria, las casas tenian un brillo especial. Los balcones, engalanados para la ocasión, esperaban pacientemete el pasacalle de amor, el desfile de paz que tanto habian anhelado las mujeres. Madres, abuelas, hermanas... todas habian guardado penas por sus hombres. Esos heroes caseros que un dia dejaron todo y se fueron, cargados de honor y sin mas munición que el valor y el coraje.Ese día las calles se llenaron de ilusiones.
Creíamos que era posible construir partiendo de la fuerza de la gente, que debajo de los adoquines crecería el trigo, que estaría prohibido prohibir y que, siguiendo al Che, era realista pedir lo imposible.
Ganamos aquella batalla, pero perdimos la guerra. El Mayo francés fue una pequeña primavera, la ilusión de que se podía. Un Woodstock menos pacífico y amoroso. Un Vietnam desprovisto de belicismo y clarividencia.
Hoy, nuevamente Europa puede construir la historia. No perdamos la oportunidad. Llenemos nuevamente las calles con nuestros anhelos, pero no aflojemos.
Tengamos claro que el “orden” juega a favor de los poderosos. Que pagar el desmadre ajeno con nuestra pobreza es injusto. Que nada será diferente en el invernáculo de los políticos si no lo cambiamos. Que el día que abandonemos el ámbito público comenzaremos a construir nuestra derrota.
Sin duda, así las indignadas calles repletas de ilusiones verán brotar la primavera.Ese día las calles se llenaron de arcángeles etéreos y sulfúricos demonios.
Olvidado de sí, Roberto volvía a casa después de una borrachera épica. Su mujer lo esperaba en bata:
-¡Otra vez venís borracho!-
El reclamo fue un balde de agua hirviente. Quiso tomarla por el pelo, arrastrarla por el piso y romper su cara a martillazos para quitarle lo insolente.
La guillotina de sus manos cayó con vértigo; aunque no halló el bulto que buscaba. Fue entonces cuando se dio cuenta que su mujer ya no era de carne y hueso; sino como el incienso al que no se le puede poner un dedo encima.
Espantado, echó a correr y no se detuvo hasta llegar al manicomio. Las puertas que se abrían eran amplias y doradas como las del Cielo; pero del otro lado lo esperaba su tormento.Ese día las calles se llenaron de una espesa niebla que impedía ver más allá de un par de centímetros. Pese a que el fenómero fue anunciado en todos los medios de comunicación, resultó inevitable que el pánico se apoderara por unos instantes de la gente de Winsboroh. Sin embargo, pronto comenzaron a percatarse de que su edad, color de piel, vestiduras y bienes materiales dejaban de importar pues nadie era capaz de verlos y apreciarlos. El resto de días que duró el fenómeno la gente se relacionó con mayor naturalidad y espontaneidad, alcanzando en muchos casos la satisfacción que en cualquier otra situación no hubieran podido lograr. El día en que todo volvió a la normalidad, todo el pueblo de Winsboroh decidió arrancarse los ojos y ser así felices para siempre.Ese día las calles se llenaron de promesantes.
Descalzos sobre piedras que llagaban sus pies, ataviados por vestiduras bastas, las espaldas sufriendo azotaínas, los supersticiosos milenaristas intentaron purgar sus pecados antes del prometido fin del mundo que las maldades humanas merecían.
No estaba en cuestión construir una tierra buena, justiciera y solidaria. Importaba salvarse en relación individual con el Dios terrorífico que la Santa Madre Iglesia pintaba en aquellos tiempos finales del primer milenio.
¿Acabó, acaso, el peligro?
Pronto, finaliza el Calendario Maya, las profecías de Nostradamus se agotan y un planeta exhausto de barbarie vocifera protestas en forma de tsunamis, terremotos, efecto invernadero, hambre, genocidios, residuos radiactivos y catástrofes nucleares.
¿Seremos más lúcidos que nuestros ancestros y alejaremos comunitariamente cualquier cataclismo previsible? ¿O volverá a primar el individualismo y sólo haremos promesas para evadir el fin que nuestros hermanos medievales azarosamente esquivaron?
No es el oscurantismo quien lo predice, sino el conocimiento que temerariamente queremos olvidar.Ese día las calles se llenaron de alegría, 40 años habían pasado desde que la odiosa dictadura había tomado el poder, y ahora, por fin había libertad.
La plaza se fue llenando, miles y miles llegaron a celebrar la victoria, atrás quedaban 50 mil muertos y el país en ruinas destrozado por los cañones genocidas del dictador.
Ese día las calles se llenaron de esperanza en un futuro mejor para todos los y las nicaragüenses, la odiada guardia nacional había sido derrotada por el pueblo en armas que reclamo a punta de plomo su derecho a vivir en una país libre, con igualdad, con justicia para todos.
Ese día las calles se llenaron de amor por nuestros héroes y mártires, que ofrendaron su vida por la libertad de todo un pueblo esclavizado.
Somoza ya no estaba en Nicaragua, era el 19 de Julio de 1979, la revolución había triunfado.Ese día las calles se llenaron de gente, y yo me uní a ellos. No sabía a donde iba, pero decidí ser uno más entre el bullicio que provocaba la masa, porque, yo era parte de aquello, sentía que lo que la gente quería lo mismo que quería yo, sentía que sus deseos eran los míos.
Poco a poco, pero sin pausa, las decenas se convirtieron en cientos, y los cientos en miles, y los miles… los miles acabaron por ser una oleada de gente de toda edad, de toda raza, de toda condición: gente con sueños, gente con esperanza, gente que quería cambiar un presente lleno de desilusión y tristeza por un futuro de esperanza y alegría. ¿Lo lograríamos?. ¿Conseguiríamos remover conciencias?. Ese era nuestro anhelo.Ese día las calles se llenaron de murmullos. A cada paso que daban se escuchaba el cuchicheo de hombres y mujeres emitiendo sentencia. Las esquinas, los portales, los negocios... todo rincón era oportuno para reunirse a comentar.
Es que por primera en esas calles dos mujeres tuvieron la valentía de mostrar la felicidad que les trae el amor.