Erguido y orgulloso, como asta de bandera, me fui acercando.
Las pastillas son maravillosas. Reemplazan lo que natura no brinda y los papelones acabaron. Me sentía un adolescente.
El estúpido orgullo casi olvidado de mi perfomance enhiesta me impidió mirarla. Como no las ven los chicos, más preocupados por el rendimiento cuantitativo que cualitativo.
Grave error ……. olvidé que la mujer madura desea más que una pubertad artificial, fabricada farmacológicamente.
No recordé que el relativo fracaso de fallar puede compensarse con amor, ternura, preocupación para buscar el placer de encontrarnos sobrepasando lo meramente genital. El varón es, para ellas, algo diferente a un recordman del sexo, cual boy scout siempre listo.
El éxito fisiológico no pudo ocultar la demostración de mi inmadurez machista.
La perdí, por supuesto, aún amándola. Ella esperaba otras cosas y mi jovencito dopado mordió el polvo.
Nunca más la panacea azul. Iré por mi mismo, a suerte y verdad. Tendré mejor resultado seguramente.
(150 palabras, en todos los límites)