Entonces, ya no pude más ….
Me abandoné a la más dichosa de las derrotas. La que inclina al hombre ante la mujer amada. Ella tenía ese “algo” que socava nuestra reciedumbre, rindiéndonos sin remedio. ¿Belleza, seducción, ternura, hechizos inconfesables? …. todo en una ….
No importaba que fuese la hija de mi peor enemigo, del asesino de mis hermanos. Sus ojos mermaban mis fuerzas, sus caricias me desarmaban, sus palabras me llevaban al cielo. Vivimos momentos de placer total, cayendo como en abismos sin límite transportados por un deseo arrollador.
Pero supe cumplir con mi palabra, aunque el corazón se desgarre.
Abandonada en el océano con un bote y provisiones (más de lo que los míos tuvieron), será el cielo quien decida su suerte. No quise mirar sus brazos extendidos, evité escuchar sus llamadas, me convertí en acero ante la desdicha.
Mi venganza está cumplida. El dolor recién comienza.
Y la buscaré toda mi vida.
(150 palabras, en homenaje a “El Corsario Negro”, de Emilio Salgari)