El grupo ABBA fue muy famoso en la República Dominicana ya finalizando la década de los 70. Particularmente, hay una canción de ellos que es la que más me gusta (o más bien debo decir, la única), y que fue la que más sonó de esta agrupación. A decir verdad, esta canción no me trae gratos recuerdos de la época, porque lamentablemente, justo en ese entonces, cuando dicha canción sonaba hasta la saciedad en todas las emisoras dominicanas, en mi vida se estaba dando un punto de inflexión muy dramático y grave, cuyo origen jamás he podido descifrar, ni mucho menos entender; pero que sí tuvo sus consecuencias a corto y largo plazo. En parte, ese mismo punto de inflexión fue responsable de que me viera en la imperiosa necesidad de "huir" de mi país de origen y me "refugiara" aquí, en la patria de Simón Bolívar. Pero además, por razones de lo que me he tomado la gran libertad de llamar "Sinestesia musical", esta misma canción siempre me recuerda a una profesora de biología que conocí en una universidad de Santo Domingo, y cuyo nombre, extrañamente, no logro recordar. Aquella profesora nada tiene que ver con ese punto de inflexión acaecido en mi vida entre 1978 y 1979; pero es inevitable que, de alguna manera u otra, la asocie con dicha canción.
No es nada fácil divagar entre dos sentimientos que son el uno la antítesis del otro. Produce mucho dolor; y nos hacen sentirnos como si fuéramos masoquistas de nuestra propia realidad. Esto me ha sucedido con mucha frecuencia, y aunque me desagrada (¡lo confieso!), por más que lucho no puedo evitarlo. ¡Es una verdadera lástima! Y aunque ustedes no puedan entenderme, esta es una de las razones (o quizás la verdadera razón) por la que siempre he querido escapar al pasado, para luego regresar cuando finalice la primera mitad de 1978, Y así sucesivamente por toda la eternidad...Siempre tendría dieciocho años de edad...Pero empezaría a vivir desde el primer día de mi nacimiento...
Escuchar esta canción me provoca dolor y frustración. Pero, a veces pienso que si la escucho, talvez entre sus lastimeras letras pueda encontrar alguna respuesta a mis pesares de adolescente frustrado e inocente...¡Qué irónica es la vida!...A veces vamos por algún camino, y luego, sin darnos cuenta, nos encontramos transitando por otro, como si alguna fuerza invisible nos hubiese empujado y obligado a dejar el que ya habíamos elegido con plena libertad... Es como si nos tendieran una trampa, con algún aviso de desviación. ¡Es injusto!...¡No debería ser así!...
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