Bien, quisiera retomar un poco el tema original y hablar sobre Malba Tahan y El Hombre Que Calculaba.

Hace 10 años más o menos, comenzó mi relación formal con la Matemática; cuando empecé a volverme un algebrista empedernido. Debo decir que el libro mencionado lo leí a la fuerza, sin ganas; ya que mi disfrute estaba en pasar varias horas al día enredando y desenredando algunas ecuaciones.

Fue tres años después que El Hombre Que Calculaba, cambió la visión que tenía acerca de mis labores. Por esos años, era una delicia resolver los famosos problemas planteados con palabras. Cierto día, recuerdo que era muy temprano, se me cruzó un problema más o menos como el siguiente:

En un corral hay cierto número de perros y cierto número de gallinas. Como resulta muy difícil contarlos, se cuentan las patas y cabezas por separado. Teniendo el número de patas y el número de cabezas, determine cuántos perros y cuántas gallinas hay en el corral.

(Lo escribo sin las cifras, porque mi memoria nunca ha sido tan precisa).

Al problema le dimos vuelta por todos lados sin hallar una ecuación que tradujera al idioma del álgebra, lo que el buen castellano trataba de decirnos. Hasta ese día, creí que el Álgebra no era más que otro idioma, algo que usaban los humanos para hablar directamente con la matemática y que era comprensible a lo largo y ancho del planeta.

Para resolver el problema, hubo necesidad de desempolvar la memoria y acudir al viejo libro de Malba Tahan, que acumulaba olvido en la librera. Justo allí, encontré un problema similar y la clave para contar a los perros y gallinas de mi corral problemático. (El problema de Malba, se trata de unos camellos que corren también en un corral y a uno de ellos le falta una oreja).

Desde esa fecha, me convencí que la matemática debe aprenderse de manera presencial; es decir, no podemos limitarnos a comprender los símbolos dibujados en la pizarra del profesor y transcritos a nuestros cuadernos de notas, como simples jeroglíficos. Ver la vida y saber que algunos aspectos de ella son perfectamente explicables por medio de conceptos matemáticos, es una maravilla incomparable.

También me atrevo a decir, que la enseñanza de la matemática debe ser recreativa. No podemos limitarnos a resolver cientos de problemas y ecuaciones y creer que con esto, comprenderemos todo lo que se nos presente. Las matemáticas recrean, no solo al darnos respuestas tan interesantes como la de las gallinas y los perros; sino también por la búsqueda misma de dichas soluciones.

Experimentar la matemática: verla, escucharla y de ser posible, tocarla; debería ser el modelo, la llave para revertir la aversión que normalmente plantea su aprendizaje.

Saludos.