Esto es cierto, pero hay que tomarlo con mucho cuidado, amigo Alexis.
Como decía Mafalda, lo que tiene de malo la escuela de la vida es que las fiestas de egresados son siempre un velorio ...... jajajajajajajaja
Pues no se trata de la una ni de la otra, amigo Pablo.
De lo que se trata es de la interacción dialéctica entre el hombre y la cultura, que va generando la manera de ser diferente de cada uno a partir de sus ancestros, la experiencia de su propio desarrollo y los elementos (sin olvidar los ideológicos) que lo bombardean desde su núcleo social primario, secundario y global.
Por lo menos en esa tradición de pensamiento prefiero inscribirme. Y es la que representan grandes pensadores tanto "occidentales" (Sigmund Freud, por ejemplo) como "socialistas" (Voloshinov/Bajtin, el gran lingûista soviético).
Es válido que la cultura no tiene sobre nosotros la acción de un determinismo ciego (lo cual haría cualquier cambio imposible), pero tampoco somos libres libélulas que revoloteamos a nuestro antojo.
Y esto viene demostrado hasta empíricamente desde el Siglo XIX, con los tristes trabajos sobre los "hombres lobos" y los gemelos univitelinos criados en ambientes distintos.
Justamente uno de los grandes trabajos para la personalización del hombre (y también para la generación del Hombre Nuevo Guevarista) consiste en ir logrando cada vez mayores grados de libertad de lo que tanto nuestros ancestros (padres, mandatos familiares, etc.) como los ideologemas o fantasías sociales (concepciones sobre la vida, la belleza, el trabajo, la justicia, etc.) pugnan para imponernos.
Eso lo tengo claro, y es una de las cosas que más me gustan de ti .....
Creo que en esto tienes la más completa razón.
Sólo que no somos "nosotros" (incluyéndonos a los cuatro) los que la hacemos sino que es parte de las ideas perversas y colonizantes que nos bombardean desde nuestro núcleo social, irremediablemente falaces, como todos los prejuicios.
Una de nuestras tareas es enfrentarlas ...... y en eso podemos imaginar diferentes tácticas de lucha, siempre que lo hagamos desde la perspectiva de un camino de igualación real para todos los hombres, siempre en el sentido de una meta a lograr pero siempre inacabado.