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Tema: Georgia, aquí en mi mente.

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  1. #1
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    abril 2011
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    Predeterminado Georgia, aquí en mi mente.

    En la década de los años '70, Ray Charles rescataría del olvido este tema de los años '30 compuesto por Hoagy Charmichael y Stuart Gorrell. Vaya acierto. Aquel pianista lejos de ser un músico invidente es, como todos los grandes, un auténtico clarividente. Lo demás ha sido historia, auténtico material de leyenda: en 20 años, Ray pasó de cancelar un concierto en Augusta protestando por audiencias segregadas a darle a esta misma tierra, una razón de identidad propia.

    Si la canción es cierta y tratándose de Ray, no dudo que así sea; a través del día, una vieja canción es lo que mantiene a Georgia, en nuestra mente. Lo que ahora vemos, con el recrudecimiento de las leyes antipiratería en los Estados Unidos y con la percepción que tenemos de la censura, puede entenderse como parte del problema que una ciencia humana ha tratado por mucho tiempo de resolver y que parece estar lejos todavía, de lograr su cometido. Estoy hablando de la economía, por supuesto.

    El modelo económico de la industria del entretenimiento es obsoleto y es obsoleto porque la industria del entretenimiento no ha podido ver exactamente el problema o no ha sabido cómo enfrentarlo. En sus balances generales, comienzan a ver pérdidas por una razón elemental y muy sencilla. El modelo que siguen, implica millones de dólares en costos de distribución y es que aquellos brillantes empresarios siguen creyendo que su negocio es grabar y distribuir la música, cuando no es así. Empresas como Amazon y iTunes ofrecieron una mejor opción para la distribución, redujeron los elevados costos y ampliaron el mercado al poder atender a más clientes, sin tener que atender a la demanda mediante la fabricación de un producto intermedio, como lo eran los antiguos discos compactos.

    Pero el potencial, el potencial real del mercado era y sigue siendo mucho más grande que lo que Amazon, iTunes y cuantas páginas de ventas de música y películas lograban cubrir. Porque habíamos muchos, muchísimos más consumidores, pidiendo el material que las industrias discográficas y cinematográficas producían y que no podíamos (o no queríamos) aceptar el precio impuesto en las carteleras. Entonces, si tienes producto bueno, pero no lo sabes distribuir obtienes demanda insatisfecha y con esto, aparecerá la oportunidad de un mercado alternativo. Los piratas eran empresarios que podían cubrir el mercado al cual las industrias nos llegaban porque, como alegan las empresas que promueven la ley S.O.P.A.; éstos tiene bajos costos de producción, al no pagar regalías y por supuesto, no tener que pagarle impuestos al gobierno.

    Lo que los productores de entretenimiento no comprenden y por lo que pude leer hoy en notas de prensa, algunos artistas tampoco, es que un productor en libre mercado propone un precio para su producto tal que, cubra sus costos y le genere una utilidad. Pero... en libre mercado, no hay ninguna obligación para comprar a ese precio y, es más, también se añade la capacidad que tiene el consumidor para darse la vuelta y no consumir. ¿Quien te obliga? Absolutamente nadie porque el mercado es libre y es risible como, cuando en los Estados Unidos se defienda tanto la libertad de los mercados; ahora sus grandes empresarios, grandes exportadores, no sepan que están en un esquema muy cercano al del mercado libre y lo que corresponde es negociar aquel precio para que la demanda insatisfecha, quizá se anime a aceptarlo. Pero tienen que cambiar, ellos también tienen que cambiar y apoyar la ley S.O.P.A es cavar su propia tumba, es atarse la soga al cuello. Porque en lugar de pelear por el mercado, con verdaderas innovaciones en el esquema de negocios, se les ocurre la brillante idea de restringir, de limitar el acceso a los buenos productos que hacen. Parece que los reyes de la mercadotecnia han fallado... ¡De nuevo!

    Que en los Estados Unidos, las empresas no sepan los conceptos más elementales del capitalismo no es nada nuevo. Y que las empresas más grandes no tengan la capacidad de atender un mercado global de potencialmente infinitos, lo es menos. Las industrias norteamericanas jamás han sabido atender al cliente y explotar los mercados, de allí que cada cierto tiempo entren en crisis y cierren empresas que pudieron seguir creciendo. Esto esquema de golpearse contra pared es lo que pasaba cuando Japón dió el salto en los noventa y los superó y será lo que pase en esta década, cuando China los supere.

    Los postulados económicos de Adam Smith necesitan muchísimas revisiones y la crisis S.O.P.A. propone un problema interesante: la balanza del uso vs. intercambio. Piensen en el siguiente ejemplo, muy sencillo ¿Qué valor de intercambio podría tener un producto como la Novena Sinfonía de Beethoven? De acuerdo a Amazon, un disco mp3 grabado por la Filarmónica de Berlin vale 10 dólares y si la pregunta fuera ¿Qué valor de uso tiene la Novena Sinfonía de Beethoven? Pues basta decir que esta obra forma parte del Patrimonio de la Humanidad, declarado por la Unesco. Incalculable, podría ser el término. Entonces, tenemos una balanza demasiado inclinada y lo que ahora está pasando es que, del lado de los 10 dólares, están los empresarios y distribuidores y del lado de lo incalculable estamos todos los demás. Los empresarios siempre han querido defender 10 dólares y los que sabemos que dicha obra no tiene precio, creemos que por lo mismo, está fuera de los negocios del mercado libre.

    El potencial de los mercados culturales es, me atrevería a decir, ilimitado y por ello las leyes de protección al derecho de autor, siempre derivan en situaciones como esta. Mientras en los Estados Unidos hacen lo de siempre: llorar cuando hay problemas, en lugar de analizarlos y de resolverlos, el mundo se levanta y les responde. Una canción, como Georgia on my mind, requiere ser cantada, conocida por muchos, llegar a miles de consciencias para luego pasar a lo inconsciente. A lo que parece incrustarse en el instinto y sobrevivir con el devenir de las generaciones. Si la gente en aquellos tiempos, no hubiese escuchado tanto esa canción, quizá hoy ni se hablaría de la cancelación del concierto en el Auditorio Bell, en Augusta.

    La cultura es un hecho trascendente, porque se nutre de los acontecimientos pasados colectivos y porque nutre a la vez, los acontecimientos colectivos del presente. Y en el presente, la locura. Guerras desatadas en segundos, campos de batalla donde ya no se precisa de armamento, hacer de cada un hombre una guerrilla. Pelear sin salir de casa. ¡Esto es surrealista! Pero sucede que sin importar épocas, las guerras son siempre círculos viciosos. Si hay inteligencia en el humano, que yo todavía espero que así sea; veremos que es momento de ponernos de acuerdo, pero de ponernos de acuerdo todos. ¿Es de verdad imposible, superar nuestras diferencias?

    Las industrias de Internet, ahora nos apoyan. Quien diría, hace algunos meses, que Google y nosotros compartiríamos las mismas convicciones; cuando ellos también nos acosaron. Las reivindicaciones claro que estimulan. Uno se siente bien cuando el enemigo es reprendido; pero no voy a dejar de creer y repetir que es el modelo requiere revisión, total revisión y negociación. Es imposible hallar los equilibrios sin tales herramientas. Mientras tanto y mientras se pueda... a seguir escuchando la canción que es tan dulce y tan clara, como la luz de la luna entre los pinos. Lean, comenten, difundan: participen.
    Última edición por Pablo Chavarría; 20 enero 2012 a las 19:36
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  2. Los siguientes 4 Usuarios agradecieron a Pablo Chavarría este mensaje:

    Cantonuevo (20 enero 2012), coma (19 agosto 2014), kardiel (27 enero 2012)

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