Parecería mentira, pero en esta problemática tenemos poderosos aliados; más de lo que nos imaginamos e, incluso, donde menos los esperaríamos. ¿Por qué, dónde están, quiénes son? Me refiero a empresas formales y legalmente constituídas, y no es necesario pensar ni analizar mucho para darnos cuenta de la veracidad de tal afirmación; además, en mi anterior intervención en este mismo hilo, ya mencioné uno de ellos: las empresas que producen discos vírgenes, por ejemplo. ¿Les convendría a estas empresas (en su mayoría transnacionales) que el combate a la piratería fuera eficaz?...No lo creo; pues ello se traduciría en una considerable merma en sus ingresos, puesto que son precisamente los "piratas" quienes invierten a diario millones de dólares para adquirir sus productos. Esto es algo que nadie ignora, y los políticos y los gobiernos en general lo saben, incluyendo, por supuesto, a los de Estados Unidos y Europa.
Permítanme compartir con ustedes otra pequeña experiencia que tiene mucho que ver con lo que más arriba les digo: hace unos siete años, andando por una de las calles caraqueñas, de repente ingresé a un viejo recinto ubicado en una zona céntrica de esta capital. Lo que vi en el interior de aquel legendario edificio me dejó perplejo: resulta que allí tenía asiento una gigantesca organización de hombres y mujeres, todos ellos absortos en la elaboración de discos y películas piratas. Pero lo sorprendente del caso era que entre los integrantes de este colectivo había una clara división del trabajo, lo cual me hizo ver cuán prósperos ya eran y lo lejos que estaban llegando: unos imprimían y distribuían las carátulas de los discos y las películas, todas ellas muy bien realizadas y a todo color, con un arte que nada tenía qué envidiar a las de los discos legales y que maravillaba a cualquiera que las viera; entre ellos yo, por supuesto. Por otro lado, había quienes se encargaban de realizar las grabaciones de los discos vírgenes, otros los colocaban dentro de sus respectivos empaques; incluso, y para mi sorpresa, hasta se podía conseguir las carátulas de cualquier disco musical o película por separado, si algún cliente así lo requería. Pero mi sorpresa no terminó aquí: resulta que cuando pregunté por el precio de los disco, estos eran tan bajos que luego que los compré no podía creerlo; pensaba que todo era un sueño del cual me iba a despertar. En fin, había que tener en las manos uno de estos ejemplares para apreciar la calidad artística y el esmero con que habían sido elaborados; pero además, estos "piratas" tenían álbumes que en las tiendas "legales" eran muy difíciles conseguir, por no decir impolible...¿Entonces, qué alternativas nos ofrecían los mercaderes "legales" de la música y el cine?: ¡Si yo no lo tengo, tú no puedes escucharlos ni adquirilos en ningún otro lugar...¡Qué bien, muy bonito!...¿verdad?...Ni lavaban ni mucho menos prestaban la batea...
Pero hay más todavía: desde que era un niño he venido observando, tanto en aquellos viejos discos de acetato/vinilo y luego en los casset, así como también ahora en los modernos compactos, una extraño, imperativo y, por lo demás, leonino mandato: "Se prohibe el alquiler, préstamo y/o ejecución pública de esta obra". Entonces, me pregunto: ¿significa esto que si algún amigo tiene un disco o película que a mí me interese ver y/o escuchar, no podría prestármelo, porque estaría infringiendo una ley de protección de derechos de autor? ¿Es esto justo y coherente? Y de igual manera, si yo tengo algún disco, y el compañero Pablo no lo puede adquirir, pero lo quiere escuchar y me lo pide prestado, ¿qué se supone que le voy a decir?: ¡¿que no puedo prestárselo porque la ley me lo prohibe?! Pero además, y para que quienes lean este comentario se rían un poco, supongamos que ambos seamos vecinos, y me disponga a escuchar mi disco, ese mismo que él desea oir, pero que yo (según la ley) no puedo prestarle, ¿qué le diría? ¿Que debe taparse sus oídos porque él no puede disfrutar mi disco, y que tampoco tiene derecho a escucharlo de otra fuente? ¿No es esto absurdo y arbitrario?...¡Esto es como para morirse de risa!; pero además, es igualmente una pequeña muestra de hasta adónde son capaces de llegar los mercaderes del arte para proteger sus mezquinos intereses.
Quien tiene mas saliva, come más hojaldres / Recuerdo que ya para finales de la década de los 70, específicamente en 1979, se estaban popularizando los para entonces modernos reproductores y grabadores de cassettes. Es indiscutible que la aparición de estos artefactos les creó un grave problema a la industria discográfica, porque se iniciaba de este modo una nueva era en la comercialización de la música y, por consiguiente, un nuevo tipo de relación consumidor - frabricante - artista, puesto que ya no necesariamente dependíamos de ir a una tienda a comprar un disco de vinilo (LP), sino que al disponerse de un grabador de cassette, sólo bastaba adquirir uno en blanco y así podríamos grabar a nuestro antojo todo cuanto quisiéramos; amén de que dichas cintas eran regrabables de manera ilimitada y a muy bajo costo. Fue entonces que a alguien se le ocuririó sugerir en República Dominicana, que a los productores e importadores de cassettes en blanco había que cobrarles un impuesto para ser distribuído entre los artistas, porque al fin y al cabo, las canciones que se grababan estaban protegidas con derechos de autor, y los mismos no se beneficiarían de tales copias. Sin embargo, en mi opinión, esta disposición (que por cierto, nunca se puso en práctica) no era muy viable implementar. ¿Por qué razón?, pues porque no era nada práctico determinar a qué artista debebía dárseles tales regalías; me explico: cuando yo adquiría un cassette en blanco, tenía plena libertad de grabar al artista que quisiera (en mi caso, el trovador cubano Silvio Rodríguez fue blanco de mi predilección, así como el grupo Los Calchakis, de Argentina). Ahora bien, cabría preguntarse: ¿cómo se determinaría a cuáles artistas pagarles dichos derechos de autor? ¿Cómo se determinaría eso? ¿Quién lo haría? Esto era una labor prácticamente imposible de realizar, dada las circunstancias. Entonces, ¿cuál habría sido la solución? ¿Acaso eliminando del mercado los cassettes en blanco? No lo creo, porque de haberse hecho, ello habría implicado que también tendrían que comenzar eliminando aquellos modernos grabadores de cassettes, y ello no iba a caer nada bien en el seno de las grandes corporaciones dueñas de dicha tecnología, las cuales, como sabemos, eran y siguen siendo muy poderosas a nivel internacional. Pero además, la eliminación de los cassettes en blanco, así como también la de los correspondientes grabadores, habría significado un estancamiento de la tecnología, y ese era "un lujo" que nadie podía (ni mucho menos quería) darse. Entonces, aquí hubo un punto a favor de la piratéría y de aquellos que aunque no eran "piratas", ya no necesariamente tenían que acudir a una tienda de discos para adquirir una obra, sino que bastaba tener un cassette en blanco para grabarla a su antojo...
Fue exactamente lo que sucedió hará unos quince años, cuando se popularizaron las modernas quemadoras de discos compactos. Nadie ignoraba lo que sucedería cuando estas salieran al mercado, pues al igual que ya había ocurrido en los años 70 con los cassettes, aquí la industria discográfica otra vez tendría que "halarse los cabellos" contra los intereses de las empresas productoras de la nueva tecnología digital; los primeros sabían que en torno al bum de estos nuevos e innovadores aparatos, se desarrollaría un nuevo tipo de piratería, más sofisticado aún que el de décadas precedentes, y que muy posiblemente el resultado sería el mismo: elaborar leyes antipiratería que al fin y al cabo, poco o ningún efecto tendrían para preservar sus intereses. Por consiguiente, tanto como ayer, los hombres de hoy estamos afectados por un dilema muy difícil de resolver: por un lado, los intereses de los creadores de arte, a quienes justo es reconocerles el derecho que poseen por las obras que ellos crean. Por otro, aquellos que producen los medios tecnológicos necesarios para hacer visible y transmitir ese arte en todas sus formas y esplendor. Estos últimos también son creadores en el sentido más amplio de la palabra; pues no sólo son artistas de las ciencias, sino que dedican horas para desarrollar la tecnología que hace posible que nosotros, incluso, estemos comuncándonos en este momento por medio de nuestros modernos ordenadores, a través de Internet. Aquí hay ciencia y tecnología, misma que fue creada y desarrollada por hombres y mujeres muy talentosos (sin lugar a dudas) y es justo y necesario reconocerles sus logros a ellos también, ya que sin dichos logros, no estaríamos nosotros disfrutando del arte de esta manera tan eficaz , ni tampoco podríamos comunicarnos como lo hacemos ahora, por este mismo medio. Pero además, en medio de esta cadena estamos nosotros, los consumidores, para quienes al fin y al cabo van dirigidos todos estos progresos de la ciencia y la tecnología; muchas veces, a un precio demasiado oneroso para las grandes masas...pero ahí están...
Entonces, como claramente puede observarse, las relaciones comerciales entre los hombres siempre resultan muy complejas y conflictivas, porque, entre otras cosas, cuando menos bajo las leyes del capitalismo, siempre se generan contradicciones entre todos los actores que intervienen en el proceso de producción de bienen materiales: Quien vende querrá hacerlo al precio más alto posible; pero quien compra querrá hacerlo al precio más bajo posible. Luego entonces, aquí interviene otro factor muy importante del proceso de producción: la competencia entre quienes venden u ofrecen sus productos. Pero lo que muchas veces no se dice es que si algún oferente es más poderoso que otro, es muy probable que éste último termine fuera de la competencia, y esto no es bueno para el consumidor final. Además, ya es bien sabido que muchas veces, hay competidores que han sido "sacados" de la competencia a través de jugadas sucias y de lo que también se ha llamado competencia desleal. Entonces, me pregunto: ¿no es esto piratería?...¿Y los que utilizan información privilegiada para realizar operaciones fraudulentas en destrimento de las grandes mayorías? ¿No es esto piratería también? Y como siempre, nosotros, las grandes mayorías, quedamos atrapados una vez más en medio del fuego cruzado entre poderosos.
El enemigo de mi enemigo es mi amigo / Es bueno que tengamos bien claro que lo que ha sucedido con el cierre de Megaupload no fue una simple aplicación de las leyes antipiratería; de ninguna manera. La cosa es mucho más compleja de lo que parece: lo que tenemos en puerta es un guerra de poderes de gran alcance. Tanto es así, que para nosotros (y ya lo dije más arriba) las empresas productoras de discos compactos vírgenes, entre otras, son nuestros aliados en este momento. ¡Pero mucho cuidado!, no vayan a creer que ello es así porque dichas corporaciones están integradas por personas altruistas y bonachonas; en lo absoluto. Sino que a estas tampoco les conviene que se cierren los sitios en donde se puedan hacer descargas, porque donde hay descargas es muy probable que haya que grabar en algún dispositivo: un disco en blanco, por ejemplo; y ellos lo fabrican. Pero además, mucho me gustaría preguntarle a los jerarcas de Microsoft si ellos apoyan el cierre de Megaupload. Es posible que por fuera digan que sí; pero la verdad es que detrás de esta hipócrita respuesta, estaría un NO subrepticio que los quema en sus entrañas...
Sospecho que la situación ahora es más interesante que nunca. Esperemos y ya veremos...