Bueno. Como hemos dicho nuestras conversaciones, no son para la polémica sino para el aprendizaje. Hay mucho en sus palabras, Alexis, que me hacen querer explicarle los conceptos los que utiliza equivocadamente; pero entro en dos situaciones: 1. Nos alejaríamos del tema original de la conversación y 2. Supondría para mí un esfuerzo que no estoy seguro de querer hacer. Su ironía, el uso exagerado de las comillas y la selección de ciertos adjetivos; me revelan su particular enojo. Como no conozco el proceso de su vida y no sé, qué le ha llevado a creer en tales determinaciones, prefiero dejar a un ese debate y me tomo el derecho de ampliar la explicación: Una de nuestras primeras interacciones se dió cuando quise corregirle en el uso del término microeconomía , con la intención sana de que Ud. pudiera mejorar lo que había escrito. Hoy en día leo en sus comentarios, que las cosas no cambiaron en nada desde entonces. No me apetecen los círculos viciosos: escribir para mí es algo tan serio, porque es un ejercicio que permite ampliar el alcance de lo que sabe y también de lo que se duda. En lo que ha escrito, comienza diciendo o hablando muy apateciblemente, acerca del aprendizaje y dos o tres párrafos abajo, cambió el rumbo hacia una escritura demasiado pasional y poco neutra. Quiere decir, que Ud. dejó de describir el fenómeno para participar en el fenómeno.
Los conceptos de la libertad de empresas, no los explicaré; como ya dije, porque nos alejaríamos del tema original de discusión. Sin embargo, sí quiero ampliar algo en lo que estamos de acuerdo y es en las intervenciones de los poderes externos a los mercados y el efecto que tienen éstas, sobre el fenómeno del comercio.
He insistido en que las industrias norteamericanas, no han evolucionado desde... me aventuro a decirlo, la Segunda Guerra Mundial. Las crisis que han enfrentado las diversas industrias han sido siempre muy similares y siempre o casi siempre, recurren a la misma estrategia de intervención estatal. Las empresas de este país son altamente competitivas cuando los círculos están a la alza. En tiempos de bonanza. Pero en períodos más dilatados no son iguales, las empresas pierden su competitividad cuando enfrentan tiempos difíciles y recurren al auxilio de leyes y programas gubernamentales que las ayuden a sobrevivir de sus calamidades. La habilidad de Henry Ford, por ejemplo, es algo que las empresas automotrices hubieran deseado hace unos años, cuando cayeron en crisis.
El problema con los terceros invitados, los gobiernos, es que sus leyes tanto para el fomento de una industria, como aquellas que buscan protegerlas (como el copyright, SOPA, etc.) tienen siempre un efecto adverso sobre el mercado, porque lo limitan y restringen. El productor no siempre es beneficiado cuando las leyes de un país buscan favorecerlo. Porque cuando aparecen nuevas leyes de regulación, el mercado pierde el equilibrio alcanzado por la negociación del precio y busca acomodarse nuevamente, para llegar a un equilibrio nuevo. Pero este equilibrio "forzado" tiene una desventaja muy grande y que pone en riesgo a los productores, pues lo que hace es restarle competitividad (en todas las características, menos en el precio) y activar el otro poder que regula el mercado. El poder de los consumidores.
Cuando las condiciones de un mercado en equilibrio cambian, la demanda cambia. Y lo que vemos hoy en día, a mi parecer, puede comprenderse como una nueva negociación del equilibrio, entorpecida por dos actores que no son ni los consumidores, ni los productores; me refiero claro a los intermediarios -disqueras, estudios, empresas de medios- y a los gobiernos que protegen más a esos intermediarios que a los dos extremos de la negociación. La guerra digital que se ha desatado, es el fracaso de las negociaciones formales; pero no el fin del mercado. Los consumidores quieren mover la balanza un poco a su favor, reduciendo el precio y mejorando la distribución del producto y los intermediarios luchan por no perder su parte en este mercado.
El equilibrio llegará. No por sí mismo, como a veces se cree; sino cuando alguien, en un puesto clave del sistema, tome una decisión y las partes logren aceptar dicho resultado. El problema con la guerra en Internet, es el problema que hay en todas las guerras del hombre; se corre el riesgo de perder los círculos virtuosos que existían antes de la guerra y que, como resultados, se restrinjan las posibilidades que éstos ofrecían. Las guerras están potenciadas por el fenómeno de la propaganda y hoy en día, nosotros con nuestros debates digitales, formamos parte de ese fenómeno. Lo amplio del Internet, permite la aparición de miles de comentarios en una y otra dirección, discusiones, dialéctica, retórica y contra-retórica: algo que estadística se conoce como "ruido". Una guerra prolongada, puede derivar en la aparición de legislaciones improvisadas y absurdas que rompan el modelo de cooperación y diálogo que existe en Internet, de allí que defender su libertad sea prioritario; pero también conviene que la lucha por lograr ésto, se haga respetando todas las ideas y comentarios que surjan al respecto y manteniendo las bases pacíficas con que este milagro tecnológico fue concebido.
Los escenarios para el Internet son siempre los mismos: puede ser una escalera que nos lleve a generar y proponer mejoras en nuestras sociedades o un caldo de cultivo para agitar viejos conflictos, desbordar pasiones y dividir a esa hermosa comunidad global que constituimos. Creo en la paz y la defiendo. Creo en ella y al hacerlo, me enaltece. Creo que todos los grupos humanos, comparten rasgos similares y que más allá de los conceptos y las formas, las personas pueden vivir en armonía si se promueven las virtudes y se respetan los principios de comprensión y tolerancia. Trabajar como alfarero, no evadiendo los conflictos sino estudiándolos, hablando, convenciendo. Escuchando. Moldeando con mis manos de perpetuo niño, un ramo de mariposas para echarlo a volar al Universo.
Saludos y abrazos.