Te voy a contar un secreto
TE VOY A CONTAR UN SECRETO
¿Quién no tiene un secreto guardado ya sea propio o ajeno?
Se puede creer que nadie, yo tengo varios, y algunos son tan lejanos, que verdaderamente me da risa cuando me acuerdo, pero son reales al final, y los secretos no se pueden desvelar así porque si, para desvelarlos hay que estar muy seguro que se puede hacer, y todavía más seguro de la persona que lo va a escuchar, y que realmente sabrá mantener el silencio de lo que le cuentes, porque un secreto es algo íntimo, es algo que sabemos que es nuestro, un secreto puede ser la única propiedad real de la que disponemos, y lo único que si nunca desvelamos morirá con nosotros, un secreto puede acompañarnos casi toda nuestra vida, y puede ser aquello tan simple, como, aquel beso que le dimos a la niña aquella, que se sentaba a nuestro lado en el pupitre del colegio, y que te dio un caramelo o una galleta, y tú con gran caballerosidad y alegría, se lo agradeciste dándole un beso en la mejilla, tan infantil e inocente como era entonces tu vida, pero que ella después de sonreírte, te dijo que no se lo contaras a nadie, y tú, haciendo gala de gran amigo de la niña, guardaste bajo siete llaves aquel secreto en tu memoria, secreto, que perduro con el paso del tiempo, y que pronto se te borro de la mente.
Un día sin saber porque ni pedirlo ni desearlo, me acorde de un secreto de juventud, no…, no tranquilos, no lo voy a desvelar en esta ocasión, pero si puede ser que sea el motivo de este escrito, y por el que después de repasar mil veces mi secreto, me diera cuenta que tengo muchos guardados, tantos que creo que me paso como el ejemplo que he puesto un poco antes, si… ese, el del beso del niño a la niña por un caramelo o una galleta, claro aquella época de ese posible secreto “Y que es imaginario” (Lo entrecomillo porque yo soy de los que se morirán con los secretos guardados) Decía que aquella época de ese posible secreto imaginario, era muy difícil conseguir caramelos o galletas, tan difícil, que cuando mi abuela nos daba a todos los nietos galletas para merendar, no nos dejaba salir a la calle hasta que acabábamos de comerlas, porque habían muchos niños que sus padres o abuelos no podían comprarlas, entonces pensando fríamente, realmente no sé cuál es el secreto de lo que he contado, si el caramelo o la galleta, o el beso infantil.
En ocasiones me sonrió solo, y quizás sin motivo aparente, pero reconozco que es cuando por mi mente se desperezan algunos de los secretos guardados, ya sean antiguos o de niñez, ya sean nuevos y de hace poco tiempo, aunque el tiempo para los secretos no existe, estos seguirán siendo los mismos, un secreto, solo que en la mente, como ocupa un espacio tan diminuto en el cerebro, en muchas ocasiones nos cuesta que afloren.
¿Y cuándo se te pasa por la cabeza contar alguno de tus secretos?
Entonces es cuando verdaderamente entra en tu yo oculto el dilema, dilema quizás harto difícil de solventar, porque te das cuenta que no confías en nadie, ves que nadie es apto para saber tus secretos, y piensas que en el momento que hables de tu secreto, este dejara de serlo, aun así, te esfuerzas por encontrar la persona idónea para hablar de tu secreto, ¿La hija o el hijo? ¿La mujer o el marido? ¿Tú amigo o amiga? ¿Y qué harán? ¿Se reirán de ti? ¿Te comprenderán? ¿Sabrán seguir guardando tu secreto? ¿O simplemente te escucharan como quien escucha un murmullo casi inaudible? Qué más da todo eso, el día que se cuenta un secreto, tiene que ser como romper algo muy valioso, tiene que ser como traicionarte a ti mismo, además de traicionar, al otro protagonista de tu secreto, si lo hubiere, tiene que ser, empezar a matar algo tan íntimo, como es la mente, empezar a matar el recuerdo, empezar a matar la sonrisa que te crea, ese recuerdo de tu secreto, y porque no, empezar a matar la credulidad en ti mismo, romper tu otro yo en mil pedazos, y demostrarte que, casi ya no puedes confiar en ti mismo, y eso es penoso, a mí me daría mucha rabia, además de pena, y me indignaría mucho conmigo mismo, si un día te digo a ti, o a ti, ya seas amigo o amiga, ya seas hijo o hija, o quizás no sé lo que puedas ser, si me sentara frente a ti, o tal vez de espaldas a ti, para no ver tu cara, y que tú tampoco vieras la mía, y entonces, contarte uno de mis secretos.
Había pensado casi antes de escribir esto, que te podía contar un secreto, es divertido, además de hace muchos…, muchos años, más de los que te puedes imaginar, porque dejo de ser secreto, para convertirse nuevamente en secreto, y después, se realizó nuevamente el mismo proceso, y al final, creo que este secreto, morirá conmigo, porque no encuentro a quien se lo puedo contar.
SOLO-YO
05/04/2014
Espero que guste.
Un Saludo
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