El árbol de acero - Trevor Sanders [epub] [UC] [UL]

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FICHA TÉCNICA
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El capitán Rey Carley miró a través del visor tridimensional y vio la esfera azul de la Tierra en la que se dibujaba claramente el contorno de los continentes.

—Ya estamos de regreso —dijo—. En veinte minutos estaremos en casa.
—Ha sido un largo viaje —dijo Loma mientras se desperezaba en el colchón neumático.
Antes de que la nave entrara en la atmósfera, Carley abrió el frasco de Soñolenum y cogió dos cápsulas. Le entregó una a Lorna y se quedó con la otra.
—Cuando despertemos ya estaremos en la Tierra —dijo.
Carley se recostó en su colchón neumático e ingirió la pastilla. Cerró los ojos y aguardó que el Soñolenum surtiese efecto. Sabía que en unos pocos segundos sentiría los párpados muy pesados y una sensación de agradable felicidad, como si estuviese flotando en el aire.
Antes de quedarse dormido, el capitán Carley se volvió hacia Lorna y sintió que su cuerpo se estremecía por una sensación antes desconocida.
Desde que había partido de Beta-Centauro sentía esa extraña sensación cuando miraba a Lorna. Era como un deseo de acariciarla, de besarla, de palpar su cuerpo desnudo. Todas cosas repugnantes y severamente prohibidas por el gobierno central.
Y Rey Carley luchaba contra esa nueva sensación.
Sabía que eran repugnantes instintos que en épocas muy remotas dominaron a los bárbaros habitantes de la Tierra hasta que en el año 5316 se produjo la mutación tras la conquista del planeta por los seres superiores, por la nueva civilización.
Pero aún había otra cosa que a Rey le preocupaba.
No era sólo ese repugnante instinto sexual, heredado de sus antepasados el que había aflorado a partir del momento que llegó a Beta-Centauro.
También tenía deseos de comer suculentos manjares. Y, en su mente, había llegado a preferir esos horribles alimentos que comen los animales inferiores a las perfectas pastillas de Enerjol.
Eran deseos y pensamientos detestables e imperdonables.

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