De rodillas, frente al reflejo de una vida vacía.
Así soy yo, evidencia de lo que pude ser.
Un agonizante pececillo que vaga en sus propias lágrimas...
Cierro lo ojos, dejo que la inercia corpórea me venza.
El impacto no preocupa, la falta de aire finalmente alivia.
¿Para qué seguir con este sinsentido?
Con los ojos abiertos, veo mi trayecto hacia las profundidades.
Mi fin es inminente y, en definitiva, lo disfruto.
Adiós sufrimiento, penas, dolor...
De rodillas, nunca más...
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