A una Benedettiana:
Compañera: Si el mundo se contara con imágenes ya no existirían los malos entendidos y yo quizá no tendría esta necesidad de disculparme. En mi pecho tu amor desataría todos los nudos, para tensar luego todas las cuerdas.
Compañera: las cosas son sencillas. Simientes a los surcos, pasos en la acera, rostros sinceros que sonríen. ¡Vamos! Por tu culpa y por la mía, todos los enamorados del mundo se miran y se abrazan con premura.
Yo sigo siendo un tonto, un poeta empedernido y es porque vos nunca dejaste de ser mi cómplice y todo y en la calle codo a codo... Ya sabés como termina.
Aquí la imagen, no muy inspiradora pero autobiográfica.
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