Fuerza omnipotente, avasalladora, empecinada en hacer valer la razón única. Inmoviliza cuerpos, manos, caricias; convencida que así su voluntad está garantizada.
Y ciega de amor propio, no puede traspasar la piel para escuchar las palabras que hace nacer. La sangre que fluye por debajo de los grilletes se escapa a través de las miradas, de las voces, de los pensamientos, de los sueños... y grita, a viva voz, que la libertad vuela más allá de los cerrojos.
Y aquí va la próxima imagen...
¡A ver quién se anima!
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