De fondo está la madrugada, su neblina, su alondra de carámbanos de nieve y el manto que cubre lo dorado de sus senos. De frente están dos perlas negras, una pareja de ciervos que se lamen las heridas, que aquel imprudente cazador les ha estampado en la Vía Láctea de su cuero. Colmillos escarlata muerden la blanca carne de tus ojos: otro mártir fallecido, otro hermano que ya no aparece, otro puñal en el pecho de la virgen. De fondo está la madrugada, su neblina, el manto que cubre lo dorado de sus senos y un recuerdo salobre que lava poco a poco, la sangre de tu propia Vía Dolorosa. ¡Verónica! ¡Verónica, Verónica!
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