Los Elefantes Patibularios
Tommy, una criatura aún en edad pueril, llega apresurado a su casa, e interroga a su madre con las siguientes palabras: "Mamá, ¿qué es un elefante patibulario?". La madre se siente un poco contrariada, y le pregunta a su hijo las razones para tal cuestión, a lo que el pequeño le responde: "Es que le escuché decir a mi profesor que yo era un elefante patibulario". De inmediato la madre, un tanto preocupada, se comunica con la escuela donde estudiaba el pequeño Tommy, y en seguida es atendida por el director de dicha institución educativa, a quien ella le exige una explicación del por qué a su hijo le había dicho su profesor "Que él era un elefante patibulario". Acto seguido, el director de la escuela de Tommy reacciona con una carcajada, y para tranquilidad de la madre del pequeño, le aclara que lo que el profesor de Tommy le había dicho es que "Él era un elemento revolucionario para su clase"...
***
La introducción que más arriba hago al presente artículo, en realidad se corresponde exactamente a la que le hiciera el autor de un libro de autoayuda, publicado en 1978, en Los Estados Unidos. Su autor, Wyne Dyer (1940, Detroit - Michigan), un científico social y experto en la ciencia de la conducta humana, que ha dedicado gran parte de su vida al estudio del comportamiento del hombre en todas sus formas. Durante su dilatada carrera como psicólogo, ha publicado una serie de libros, cada uno de los cuales se enfoca en algún aspecto particular del qué hacer humano, siendo uno de estos aspecto, el de las manipulaciones; es decir, todas aquellas acciones que muchas personas emprenden para aprovecharse de los demás, y así sacar el mayor beneficio posible, aún a costa de lo que fuere y quien fuere.
En éste pequeño libro, su autor se atreve a desnudarnos de manera irreverente, sin complejos y sin miramientos, de forma jocosa y sin ironías, y con la firme intención de denunciar cómo muchas personas se dedican a manipular a otras para conseguir cualquier cosa, y de igual manera, cómo los manipulados permiten que tal acción se ejecute en contra de ellos. Pero además, en su libro, el Dr. Wayne Dyer no sólo denuncia y explica éste común comportamiento humano, sino que de igual manera, nos da consejos muy atrevidos tendientes a evitar y enfrentarnos a tales circunstancias, para así evadir a los pontenciales manipuladores. Y por si aún fuera poco, no titubea en reconocer que implementar las acciones para protegernos de tales manipulaciones, no es muy sencillo, porque requieren de mucho valor y, además, romper con todas esas atávicas costumbres con las que hemos sido formados desde niños. Por lo tanto, ser un "Elefante Patibulario" tiene su precio, pero bien vale la pena pagar...
Desde muy pequeño, específicamente a partir de los seis años de edad, empencé a comprender que yo era un niño agobiado por muchos temores; y aunque no alcanzaba a comprender la naturaleza de los mismos, ni tampoco tenía la capacidad para analizarlos, sí entendía a la perfección cómo me afectaban dichos temores. Y fue así como crecí lleno de miedos e incertidumbres, los cuales, a medida que pasaba el tiempo y me acercaba a la adolescencia, empezaron a preocuparme y, por consiguiente, afectaron en gran medida, la confianza en mí mismo.
Recuerdo que entre mis temores más recónditos y notorios estaban, por un lado, el clásico miedo a la muerte; a las profundidades del mar, los lagos y los ríos, a tal punto, que el sólo hecho de ver algún río o fuente de agua, cuyas superficies, por su profundidad se vieran azules, ello me producía un espantoso estado de ansiedad, el cual me hacía secar la boca, hasta el punto de tragar en seco, a la par que erizaba mi piel. Pero además, cuando observaba a una persona, o grupo de ellas bañándose en el mar, o en algún río, no lograba comprender por qué ellos no les temían a las profundidades y, por lo tanto, ahogarse y desaparecer en aquel frío y oscuro abismo. Luego, y como consecuencia de esto, vivía convencido que yo jamás aprendería a nadar. Entonces, ya después de haber cumplido poco más de diez años de edad, y pese a mis temores, desarrollé el gusto de bañarme en los ríos; aunque, por supuesto, en las zonas poco profundas. Sin embargo, si alguien me quería llevar a un lugar más profundo del río, de inmediato me ponía histérico y a pegar gritos a diestra y siniestra. Pero mis temores no llegaban hasta aquí, porque conjuntamente con el miedo a las profundidades acuáticas, ya había aparecido el otro problema que me perseguiría por años, y que de igual manera me causaría muchas angustias: la facilidad con la cual me perdía cuando iba solo a algún lugar, siendo incapaz de regresar a mi casa o al punto de partida, condición que en tres ocasiones, y antes de empezar la adolescencia, me causó talvez uno de mis peores traumas infantiles, el cual, todavía tiene serias consecuencias para mí.
A comienzos de la década de los setentas, descubro en mi personalidad el otro gran temor que igualmente me atormentaría y afectaría sin piedad a lo largo de toda mi infancia y gran parte de mis primeros años de juventud: mi timidez, la cual fue causante, entre otras cosas, de que por "miedo" y vergüenza, evitara que me acercara a la muchacha que más amaría en toda mi vida. Entonces, imaginaba que jamás sería yo capaz de confesarle a una mujer mi amor por ella, entre otras cosas (...). Pero esta condición no se quedaría aquí, sino que abarcaría otras facetas típicas de cualquier ser humano, tales como: hablar en público, relacionarme con otras personas, por cualquier motivo; e igualmente, mi cobardía para defenderme si algún otro niño me retaba a una pelea. Por lo tanto, no tardaron mucho tiempo para que me catalogaran como "un niño pusilánime"...¡Y efectivamente, sí lo era!...
Justo en aquella misma época, conocí a quien sería mi mejor amigo; un niño que era dueño de uno de los objetos más anhelados por mí, y que amaba e idolatraba con toda mi alma; un objeto que venía deseando desde mediados de la década de los sesentas, y que fue musa de los sueños más ansiosos de los que tuve en mi infancia; un aparato que hasta llegué a considerarlo la invención más maravillosa hecha por el hombre a lo largo de toda su historia: una bicicleta. Y fue precisamente éste simple vehículo de transporte el que hizo que con mayor razón me acercara más a aquel otro niño, quien sería, como ya he dicho, mi más grande amigo que hasta ahora he tenido; amistad que todavía perdura en el tiempo, después de más de cuarenta años de haberse producido.
Augusto Antonio (a) "Tonín", es seis meses mayor que yo. Su padre, German Augusto (+), coincidencialmente era nativo de mi municipio natal, San José de las Matas, en la provincia Santiago; pero Tonín no nació allí, sino en la provincia de donde es nativa su madre. El Sr. German Augusto tocaba muy bien la guitarra, y supo transmitir a mi querido amigo de infancia el gusto por ese hermoso y maravilloso instrumento musical, y le enseñó a ejecutarlo. Por lo tanto, hoy, "Tonín" es músico de carrera, y ya ha compuesto y tocado para varias orquestas. Pero el caso es que él y yo supimos forjar una gran amistad, la cual jamás se ha interrumpido hasta ahora. Ambos nos hemos reconocido mutuamente como amigos confidentes, pues del mismo modo que yo le confiaba algún secreto, él también hacía lo propio conmigo. Por lo tanto, no tardó para que entre ambos naciera y se desarrollara una sólida amistad, la cual siempre tuvo como fundamento el respeto mutuo y la discreción con la cual siempre nos condujimos en nuestras relaciones amistosas.
Ambos asistíamos a la misma escuela, y todos los domingos por las tardes, concurríamos religiosamente a las funciones de matiné de un cine ubicado en el barrio donde vivíamos. Compartíamos las mismas fantasías y sueños, y si cualquiera de los dos se enamoraba de alguna muchacha, de inmediato nos lo revelábamos. Por lo tanto, a tal punto llegó nuestra amistad a lo largo de los años, hasta mi salida de la República Dominicana, en Febrero de 1983, período durante el cual nos hemos visto una sola vez, pese a que sí nos hemos comunicado por teléfono en varias oportunidades. Otra característica de mi querido amigo "Tonín" es que siempre fue más extrovertido que yo. Además, era muy ágil para ejecutar ciertos juegos típicos y muy populares entre los niños de la época, allá en la Ciudad de Santo Domingo, donde vivíamos. Pero además, me superaba jugando béisbol, razón por la cual, cuando nos reuníamos a jugar pelota, en las adyacencias de un cementerio de la zona, siempre que los demás muchachos seleccionaban a los integrantes de cada equipo a enfrentarse, a mí me rechazaban y me dejaban fuera, porque preferían tomarlo a él, ya que era más diestro que yo en éste deporte; y sólo me seleccionaban si no había otra opción. Y todo esto, desde luego, que siempre me llenaba de vergüenza y frustración. Pero así eran las cosas. Otras veces, mi amigo Tonín me preguntaba por qué razón yo era tan cobarde para las peleas, y por qué no me defendía si algún muchacho me atacaba, y en vez, dejaba que me golpearan. En ocasiones, si algún niño me atacaba, al ver que yo no reaccionaba a la embestida del otro, él me gritaba: ¡Alexis, defiéndete!...¡¿Te vas a dejar golpear?!
Ya para cuando ambos éramos dos jóvenes adultos, de unos veinte años de edad, él estaba en conocimiento de todos esos complejos y traumas que me aquejaban y arrastraba desde la infancia, y no dudo que comprendía muy bien mi situación. Además, igualmente había comprendido que otro de los problemas que me afectaban era el hecho de que me dejaba manipular de otras personas. Por lo tanto, me daba consejos, ya que él siempre fue más extrovertido que yo. Y una vez que le anuncio mi decisión de abandonar La República Dominicana, él, quien para ese entonces laboraba en una casa editora de libros, decide obsequiarme un libro de autoayuda, el cual, hasta cierto punto, contribuyó a cambiar la percepción que tenía de algunas que otras cosas, y ¿por qué no decirlo?, me brindó la oportunidad para que, a mi manera, pudiera convertirme en un posible "Elefante patibulario". Sin embargo, no les voy a mentir, porque en realidad, jamás he estado cerca de serlo; pero sí les puedo asegurar que éste regalo no fue en vano, porque de algo me ha servido...El libro al que me refiero se titula "Evite ser utilizado", cuyo autor es el escritor y psicólogo estadounidense, Wayne Dyer.
No cabe duda, que éste escritor estadounidense rompió moldes y estereotipos con esta obra, ya que los planteamientos que hace en sus páginas, no sólo son novedosos, sino más bien atrevidos, por lo osadas y controversiales de todas sus recomendaciones. Por lo tanto, quien lo lee, rápidamente se dará cuenta que poner en práctica tales consejos no sólo requiere cierta templanza de carácter, sino también una férrea disposición a aceptar las consecuencias que se deriven de tales recomendaciones, pues no se olviden que en esta vida nada es gratuido, y que, por lo tanto, todo tiene su precio. Luego, independientemente de lo mucho que nos pueda servir la lectura de éste libro, acepten la idea de que poner en práctica sus consejos, les acarreará las consecuencias de marras. Pero, como ya dije más arriba, bien vale la pena, independientemente de cuán lejos pudiéramos llegar o avanzar en tales objetivos.
Quien principia la lectura de éste libro, de inmediato comprenderá que se está ante un escritor atrevido, sagaz y poco común. Un hombre iconoclasta, libre de complejos, auténtico pensador, y siempre dispuesto a experimentar por nuevos senderos, dejando a un lado todas esas mediocridades, que para vergüenza nuestra, aún nos siguen direccionando en el presente, pese a que ya transitamos gran parte del siglo XXI, y que se piensa van contra las "normas de la moral", "la ética" y "las buenas costumbres" (...). Por lo tanto, mientras más avanzamos en su lectura, más sentimos la imperiosa necesidad en detenernos a meditar y luego preguntarnos de dónde sacó éste profesional de la psicología moderna tantos conceptos y teorías atrevidas. Pero ciertamente, ahí están, plasmadas en el papel, para todos aquellos que se decidan entrar a formar parte del exclusivo club de los "Elefantes Patibularios"...
Según el propio autor, gran parte de las experiencias adquiridas durante años de ejercicio de su profesión de psicólogo, a través de las consultas realizadas a sus pacientes, les siervieron para la redacción de éste libro. Por lo tanto, cada uno de esos pacientes, con sus problemas, sus historias, así como el tipo de terapia que él les recomendó, constituyeron el bagaje fundamental, necersario y suficiente para la elaboración de su obra terapéutica. Pero aún hay más: cada persona que acudía a su consulta, de inmediato se convertía en una especie de laboratorio de experimentación para el Dr. Dyer, ya que en ellos ponía en práctica sus revolucionarias teorías, y como ha de suponerse, en muchos casos supo extraer graciosas anécdotas y aleccionadoras historias que, incluso, les sirvieron a sí mismo para su propia cotidianidad.
Sin embargo, hay un detalle que desde un principio me llamó la atención de éste libro, y es que sospecho que muchas de estas anécdotas que sirvieron para ilustrar tales teorías, podrían ser inventadas por el propio autor; es decir, que no son ciertas, sino que más bien salieron de su propio intelecto para servir como ejemplos. Ahora bien, no estoy afirmando que ello sea así, aclaro; sino más bien es una gran sospecha que siempre he tenido. Mas no obstante a ello, no puedo dejar de reconocer la calidad, el estilo ameno, franco y directo del Dr. Dyer para exponer todas sus terapéuticas teorías, las cuales, sin lugar a dudas, de mucho nos pueden servir.
En su libro "Evite ser utilizado", el Dr. Dyer plantea, por ejemplo, tutear a todo mundo, sin importar los rangos que estos ostenten. Es decir, que para él, con la misma familiaridad que trata a un vecino suyo, su esposa e hijos, o amigos, igualmente lo haría con algún presidente de cualqueir país del mundo; incluyendo, por supuesto, al Papa. Pero además, no acepta el principio de que un hombre tenga que cederle su asiento a una mujer, por el simple hecho de que esta sea mujer. ¡De ninguna manera, afirma él! Por otro lado, Dyer nos impele a participar en la solución de algún problema, sin importar si éste nos afecta sólo de manera indirecta. E igualmente, nos orienta y aconseja para que reclamemos nuestros derechos sin vacilaciones, sobre todo, cuanto estos por justicia nos corresponden.
En su dilatada carrera como psicólogo, Dyer es uno de esos científicos sociales que más ha estudiado, analizado y comprendido la conducta humana, así como también gran parte de lo que carecteriza al hombre como ente pensante; y su prolífica obra literaria así lo demuestra, ya que es precisamente en torno a tal condición humana que va dirigida su prosa. Pero además, y como consecuencia de ello, talvez el aspecto más importante que ha sido campo de teorización por parte del Dr. Wayne Dyer, es el que se refiere a las manipulaciones del hombre sobre el hombre, y es aquí donde se origina el título de éste libro: "Evite ser utilizado". Esfectivamente, una de las conclusiones más importante de los estudios que realizó éste autor, se encuentra el hecho de que lo que más sabe hacer el hombre es manipular al hombre. Por lo tanto, Dyer enfila sus teorías y posturas contra todos aquellos agentes sociales que se carecterizan por querer conseguirlo todo a través de las sempiternas manipulaciones, y nos ofrece una "vacuna" contra las misma, así como de qué manera las podemos descubrir cuando estas se presenten...
En su libro "Evite ser utilizado", el Dr. Wayne Dyer se enfoca con mucha prioridad en descubrir cómo es que el hombre manipula al hombre para lograr sus objetivos, y es así como hace una especie de sinopsis entre todos los elementos que constituyen las clásicas agrupaciones y colectivos humanos (familias, círculos de amigos, entorno de trabajo, estudios, equipos deportivos, partidos políticos, etc.) los desglosa y nos muestra cómo actúan y se comportan los integrantes de estas colectividades humanas, con sus típicas manipulaciones. Pero además, Dyer parte de estudios llevados a cabo por otros organismos de diversos países, los agrupa, los une a los suyos, y el resultado los vierte en éste libro para darnos aleccionadores ejemplos en forma de parábolas particulares, en todas las cuales, siempre intenta extraer alguna enseñanza moral para ilustrar sus atrevidas e innovadoras teorías.
Una importantísima teoría esgrimida por el Dr. Wayne Dyer en su libro, es que las personas que más nos manipulan, pertenecen a nuestro propio entorno familiar. ¡Aunque pareciera mentira! Por lo tanto, es así como se puede ser víctima no sólo de los suegros, sino de la esposa o el esposo, de los padres, los hijos, cuñados, hermanos, etc., etc. Todos ellos sin excepción. Pero por supuesto, que las manipulaciones no vienen sólo del entorno familiar, sino que también de los centros de estudios y trabajos, e igualmente, de nuestros círculo de amigos. Todos, absolutamente todos, son o han sido grandes manipuladores y, por lo tanto, es necesario estar alerta no sólo para descubrir tales ataques, sino para evitar que nos afecten; labor esta que, por cierto, no es para nada fácil. Incluso, el propio Dr. Dyer reconoce que sus teorías son muy difíciles de aceptar, y mucho menos de poner en práctica. Y todo esto tiene mucho que ver con el tipo de sociedad a la que pertenecemos y, por lo tanto, al modo en que hemos sido educados. Entonces, es muy lógico suponer, que en el llamado Tercer Mundo, donde no nos caracterizamos precisamente por ser muy abiertos que digamos, y donde estamos y andamos llenos de tantos complejos y cargados de tantas ideas estúpidas, rémoras de nuestro propio desarrollo intelectual y progreso material de nuestros países, nos resultaría un tanto incómodo adecuar las condiciones para que puediéramos ser mas receptivos de tales ideas. Sin embargo, no creo que ello sea imposible, porque afortunadamente, no todos pensamos de la misma manera, y siempre habrá mentes lo suficientemente abiertas para ser más receptivas a los cambios.
Una pregunta importante que talvez alguno de ustedes se estén formulando en éste momento en que leen éste artículo sería: ¿Es Alexis un "Elefante Patibulario"?...¿Aprendió a serlo al leer éste libro? Pues para serles honesto, mucho me temo que no tanto en el sentido estricto de la palabra; lo admito. Pues como ya les he dicho, las teorías esgrimidas por el Dr. Dyer son muy atrevidas y revolucionarias en extremo; después de todo, no ignoro las características de la sociedad a la cual pertenezco: sus limitaciones, su nivel de desarrollo, cómo piensan mis congéneres, de qué son capaces, etc. Sin embargo, amigos, ello jamás deberá ser obstáculo para que pongamos en práctica sus enseñanzas, en la mayor y medida que nos fuere posible. ¡Y desde hace décadas ya lo he venido haciendo!...sinque por ello me considere un "Elefante Patibulario", entiéndase: un elemento revolucionario, frase esta que resume la introducción que el autor de éste libro hace en sus primeras páginas. Por lo tanto, queridos amigos, les recomiendo mucho que lean éste libro, porque en verdad, en él se nos ofrece un portal a una nueva forma de ver al mundo y a nosotros mismos, idependientemente de la postura que adoptemos ante sus atrevidas enseñanzas. ¡Adelante, y no teman..!
Finalmente, y hasta donde pude deducir de la lectura de éste libro, el Dr. Dyer es una de esas personas que hace mucha falta en el seno de cualquier colectividad humana. Su rebeldía, su iconoclasia y su manera tan particular de ver al hombre y sus acciones, nos muestran, a veces con ejemplos poco ortodoxos y duros, cómo en verdad es nuestra propia naturaleza. Por lo tanto, aunque sus ideas sean tan atrevidas, no podemos negar o dejar de reconocerle que su espíritu rebelde es combustible que ayuda a servir como agente catalizador de los cambios que cualquier agrupación humana necesita, no sólo para subsistir como especie, sino también para evolucionar a otros estadios de mayor desarrollo moral, espiritual y material. El mundo es, pues, de los rebeldes, de aquellos que se rehúsan a aceptar las cosas como a otros les conviene que se piense que son o deberían ser. Pero cuando digo que el mundo es de los rebeldes, me estoy refiriendo a que son precisamente estos los verdaderos agentes impulsores y promotores de los cambios que la sociedad necesita para transitar hacia otros estadios. Mientras que los demás, ortodoxos y pasivos, sólo saben poner piedras de trancas para entorpecer tales procesos de cambios. Pero al fin y al cabo, la misma historia, les guste o no, más temprano que tarde se encargará de ubicar a cada quien en su justo lugar.
Cordialmente,
Alexis.-
![]()