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25 octubre 2013, 18:25
#1
Re: Aprender a pensar
El principio de autoridad y la lógica aparente
Cuando redactaba el borrador de éste pequeño artículo, quise publicarlo como un hilo aparte; sin embargo, dada la calidad pedagógica del artículo más arriba publicado en éste mismo hilo, por el compañero Culturalibre, preferí hacerlo aquí mismo, intentado hilvanar un conjunto de ideas que tengo y que son afines al tema central tratado por el citado compañero. Pero aclaro, que en éste comentario no pretendo hacer una exposición lo suficientemente rigurosa y técnica del tema, sino más bien, que de manera sucinta, comentaré dos aspectos importantes relacionados al buen pensar y cómo ciertas actitudes determinan el curso que ha de tomar el proceso cognitivo de la realidad que nos rodea, y de la cual formamos parte, así como también cierta conducta que muchos hombres adoptamos cuando andamos buscando "verdades" que nos conduzcan a comprender mejor la naturaleza. Es muy probable que ciertos errores que cometemos cuando estudiamos algunos fenómenos que llaman nuestra atención, nos parezcan risibles, sobre todo, dado el indiscutible avance que hasta el presente han experimentado las diferentes disciplinas científicas. Sin embargo, cada hombre es un universo de ideas entrelazadas de múltiples maneras y aderezadas con sentimientos e intereses de toda índole, los cuales, si nos fijamos, determinan a grandes rasgos el curso de la historia del conocimiento; ese mismo que hoy nos sirve para llegar hasta donde estamos y que, al parecer, cada día nos ofrece una nueva visión e identidad como criaturas pensantes que somos...
Como sabemos, son varios los métodos o caminos que el hombre sigue tras la búsqueda del conocimiento, estudiando todos aquellos fenómenos que de alguna manera u otra le afectan y exitan sus sentidos, provocando así su interés en ellos. Y una vez que logra, o al menos cree, alcanzar el santo crial del saber, de inmediato da inicio a la utilización de tales conocimientos para cualquier fin. Ahora bien, como ya se ha dicho en reiteradas ocasiones, no está en la naturaleza de las cosas el poder entenderlas de inmediato, como si ello fuera fácil o elemental, pues para lograrlo, primero sería necesario estar dotado de algún bagaje teórico que sirva de premisa conceptual o de punto de partida. Pero además, para llegar hasta éste punto, es muy probable que deba transcurrir muchos años hasta que se tenga la certeza de que esta premisa podría ser mas o menos válida; y cuando digo "Mas o menos válida", lo hago por el hecho de que aún así, se corre el riesgo de estar equivocado, y la historia nos da buenos ejemplos de ello. Igualmente, tampoco debo dejar de mencionar, que muchas veces se hace descubrimientos inesperados, cuando el hombre anda tras la búsquedade de otros muy diferentes; pero aún así, el comprender la naturaleza y utilidad del nuevo e inesperado descubrimiento, también demandará otros conocimientos necesarios y suficientes. Por lo tanto, pareciera que estamos ante un interminable conjunto de eslabones, los cuales poco a poco irían conformando la cadena del conocimiento y la sabiduría, misma que no pareciera tener fin. Pero veamos ahora dos aspectos importantes que quiero exponer aquí, sobre ciertas actitudes que a veces adopatamos los hombres ante el conocimiento en general, y ante aquellos privilegiados que se supone están dotados de tales saberes.
1- El Principio de Autoridad / Ya en varias ocasiones y en éste mismo foro, he hecho mención de un caso anecdótico que existía en el seno de la intelectualidad izquierdista dominicana, cuado concluía la década de los 70. No diré que éste fenómeno sólo se presentaba en aquel país del Caribe Americano, pero como lo viví y soy nativo de esta nación, es, en consecuencia, del cual podría hablar con mayor propiedad. Por otro lado, tampoco podría decir que dicho fenómeno aún permanezca o que talvez haya desaparecido de la mentalidad de aquella vieja intelectualidad dominicana y de otros países, pues esto lo ignoro. Pero lo que sí sé es que cualquiera de las dos posibilidades son igualmente factibles.
El caso anecdótico al que me refiero, fue aquel en el cual, gran parte de la dirigencia izquierdista dominicana, no permitía que nadie cuestionara nada que tuviera que ver con la doctrina marxista - Leninista, ya que ello era considerado un pecado capital. Así, si alguien se atrevía a expresar ideas contrarias o, en su defecto, reflexionaba con argumentos que no precisamente coincidieran con lo que hubiera escritos Marx y Lenin, de inmediato eran acusados de "revisionistas", ya que para los primeros, la doctrina marxista - leninista era entendida y considerada como un conjunto de verdades incuestionables, irrefutables e invariables en el tiempo. Por lo tanto, allí no había lugar para el disenso, sino que dichas teorías debían aceptarse con fe ciega, so pena de ser catalogado de pseudo izquierdista y revisionista.
Desde hacía décadas, el Marxismo-Leninismo se había convertido para muchos, no sólo en un conjunto teórico que servía para analizar e interpretar la sociedad humana desde el punto de vista histórico y en todos sus aspectos en general, sino que a la par de ello, también era una especie de "arma ideológica" que igualmente servía como combustible político con el cual se intentaba, a toda costa, catalizar procesos revolucionarios en gran parte del Continente Americano. Así, aquellos minúsculos, aunque no menos notorios partidos y organizaciones de izquierda revolucionaria, las cuales se atribuían el popular apelativo de "Marxista - Leninista", se nutrían a diario de las teorías enarboladas por los más conspicuos representantes del marxismo - leninismo clásico. Sin embargo, no pocos de ellos incurrían en graves errores, siempre enmarcados en eso que llamamos "El Principio de Autoridad", con lo cual lo único que lograron fue convertir dicha teoría, en un amasijo de ideas dogmáticas. Pero lo ilógico y paradógico a la vez, es que tal actitud era contraria a lo que muchos de ellos pregonaban para aquel entonces, cuando por un lado admiraban el espíritu y mentalidad transformadora y "anti dogmática" de los precursonres del marxismo clásico, mientras que, por otro lado, los primeros hacían del marxismo una doctrina dogmática e irrefutable. ¡Qué contradicción! Y quizás fue por esta razón que una vez le escuché decir a un desaparecido dirigente político dominicano: "Que la izquierda dominicana estaba llena de dirigentes con lecciones marxistas mal aprendidas" (palabras más, palabras menos...), frase esta muy lapidaria de lo que aquí estoy exponiendo.
Como sabemos, el llamado Principio de Autoridad consiste en aceptar sin reparos ni cuestionamientos lo que ciertas personas o "textos sagrados" hayan dicho o afirmen sobre ciertas cosas, sin que nos atrevamos siquiera a cuestionarlos, puesto que tales ideas son entendidas como "perfectas", "invariables" e "irrefutables" en el tiempo. Pero además, tal principio fue dominante en la llamada antigëdad clásica y medieval, e incluso, en la era de la escolástica filosófica, época en la cual nadie podía cuestionar los textos sagrados, ni tampoco las ideas de notorios filósofos, como por ejemplo: Sócrates, Aristóteles y Platón, por sólo mencionar a tres de los más famosos pensadores antiguos. Y aquí poco o nada importa la división que hubo entre sus seguidores; esto es lo de menos, pues al fin y al cabo, cada grupo seguía el mismo patrón, a su manera y, a la par de ello, con similar actitud incuestionable en lo que ellos creían y reivindicaban como grandes verdades universales. Pero por supuesto, que éste fenómeno no sólo se daba en aquella Europa antigua y medieval, sino que igualmente afectaba a las sociedades que se desarrollaban en otros continentes.
En cada una de las diferentes culturas que han existido en el mundo, siempre se ha puesto en práctica el llamado Principio de Autoridad; es decir, que para los diferentes grupos humanos que conforman tales culturas, de manera invariable se presenta éste fenómeno, en el cual, siempre aparecen no sólo textos sagrados, sino personajes cuya autoridad en algunas que otras materias, los convierten en incuestionables e irrefutables. Pero aquí hay dos aspectos muy importantes que debemos tomar en cuenta, a la hora de analizar éste importante fenómeno social, y es que en cualquier proceso congnitivo del hombre intervienen, por un lado, La Fe, y por el otro, La Razón. Pero ambos aspectos no siempre van de la mano, porque perfectamente podrían existir por separados en la mente de cualquier hombre; y por si fuera poco, y para complicar más éste asunto, a veces no pareciera haber una separación lo suficientemente clara entre ambos conceptos, ya que para muchas personas, "la razón" se fundamenta en "su propia fe"; mientras que para otros, "la fe" es el producto de "la razón", y esto no es que sea un simple trabalenguas, sino una realidad tangible. Luego, para nada nos debe extreñar que muchos hombres también actúen motivados tanto por la fe, así como también por eso que llamamos razón. Es decir, que en las mentes de estos, la razón y la fe se funden de manera inseparable.
En la Edad Media, época dominada por Europa y bajo una clara influencia de la Iglesia Católica, nadie podía cuestionar los preceptos del catolicismo imperante, so pena de ser acusado de hereje, lo cual implicaba una posible condena a muerte. Era una época donde cualquier persona podía perecer en una hoguera, al ser acusada de estar poseída por algún demonio o entidades afines. Por lo tanto, el mundo se dividía en dos grupos de hombres: por un lado, los que aceptaban sin cuestionamientos los dogmas de la iglesia católica; y por el otro, aquellos que, al menos, los cuestionaban. Luego, o se era creyente, o se era hereje; ¡y no existía término medio! Pero además, esta época también se caracterizó porque lo más importante para muchos hombres de entonces, era el estudio de lo divino, muy por encima de lo humano; es decir, que la meta principal de cualquier mortal era entender o aceptar lo que ellos suponían "divino", mientras se relegaba cualquier aspecto que tuviera que ver con la esencia fundamental del hombre, y con su condición de ser humano. Así, en las escuelas y universidades de aquella época, las materias que más se enseñaban eran: teología, matemáticas, arte y medicina. Incluso, no pocos académicos de entonces coincidían en afirmar con vehemencia, que todo cuanto una persona debía saber, se encontraba en las páginas de los textos sagrados, cuyo contenido, como ya he dicho, era de naturaleza incuestionable, condición que hoy se mantiene invariable para quienes sólo se guían por la fe ciega de sus creencias.
Sin embargo, y por fortuna, no todos los hombres de entonces aceptaban tales posturas, y es así como comienzan a surgir figuras como las de Erasmo de Rotterdam (1466-1536), de quien se dice fue el primer gran humanista de la historia, porque fue uno de los que comenzó a preocuparse por el hombre mismo, por su esencia y naturaleza, y no exclusivamente por lo divino. Erasmo fue un hombre de ideas muy avanzadas, que siempre se opuso a que se impidiera que los hombres pudieran pensar con libertad. Él fue un revolucionario en el sentido más amplio de la palabra, razón por la cual criticaba el resago en que había caído la clásica ensañanza que imperaba en aquellos tiempos, en los cuales se rechazaban las nuevas ideas científicas, tan solo porque estas no iban de acuerdo con lo que ya la iglesia católica aceptaba como clásicas verdades universales, cuya validez jamás podía ser puesta en duda. Pero además, Erasmo y muchos otros que le siguieron, también se oponían a ese estilo farisaico y simonista que imperaba en muchos jerarcas de esta iglesia, cuyo estilo de vida muy poco coincidía con lo que ellos mismos predicaban.
Otro personaje de gran preponderancia para aquella época, y que se levantó contra el principio de autoridad practicado por la Iglesia Católica de entonces, fue el teólogo alemán Martín Lutero (1483-1546), el precursor de las llamadas "Reformas Protestantes", movimiento con el cual se produce aquel famoso cisma en el seno del catolicismo de la época. Pero justo es aclarar que ni Erasmo de Rotterdam, ni tampoco Martín Lutero, entre otros, se oponían a la fe cristiana; sino más bien al estilo de vida que muchos jerarcas de esta iglesia llevaban, así como a las interpretaciones que estos les daban a La Biblia y demás textos sagrados. Igualmente, es lógico suponer que estos hombres serían duramente perseguidos y difamados por sus ideas, por oponerse al llamado principio de autoridad que imperaba en aquella época, el cual no admitía cuestionamientos de ninguna índole. Así mismo, hubo otros tantos hombres, de notoria trayectoria científica y social, cuyos nombres hoy están escritos con letras de oro en las páginas de la historia universal, tales como: Galileo Galilei (1564-1642), Físico y matemático italiano, creador del llamado "Método Científico". Juan Calvino (1509-1564), uno de los grandes promotores y líderes del movimiento reformador luterano en Francia, su patria natal; y Ulrico Swinglio (1484-1531), quizás el más conspicuo líder del movimiento reformador protestante en Suiza. Esto sólo para mencionar cuatro nombres, porque la lista se haría infinita. Pero si he escogido nombrarlos a ellos, es para destacar que todos fueron de alguna forma u otra víctimas de la inquisición católica de la época, sólo por haber cometido el "delito" de atreverse a cuestionar ideas científicas y teológicas, que para entonces eran consideradas sagradas e irrefutables. Sin embargo, el tiempo y la misma historia se han encargado de reinvindicar sus nombres; lección que nos ha de servir de ejemplos tanto a los hombres de hoy, como a los del mañana...
2- La lógica aparente / Otro de los aspectos con el cual tenemos que tener mucho cuidado a la hora de estudiar ciertos fenómenos, es con lo referente a lo que llamo "La lógica aparente", concepto con el cual hago alusión a todos aquellos fenómenos que a nuestra vista parecen ser tal y como los percibimos, pero que en el fondo no son lo que aparentan. Pero además, a veces en "la lógica aparente" influye mucho el famoso principio de autoridad, el cual termina por reforzarla al máximo, dándole a esta un carácter de mayor "validez" ante los ojos de quienes analizan algún fenómeno en particular. Y para ello les colocaré, al menos, un par de ejemplos.
Entre los antiguos filósofos griegos, por ejemplo, reinaba la creencia de que La Tierra era el centro del Universo, y que El Sol y los demás cuerpos celestes, giraban en torno a esta, a manera de rendirle pleitesía. Ahora bien, ¿por qué se creía tal cosa? La razón era más que simple, pues si se suponía que el hombre era lo máximo de la creación divina, era "lógico" pensar que al ser La Tierra el hogar del hombre, esta debía estar ubicada en lo que podríamos llamar Centro del Universo. Pero además, todos hemos observado a diario un sencillo fenómeno relativo al Sol, cuando éste pareciera moverse por encima de nuestras cabezas, hasta ocupar dos puntos diferentes en el horizonte, lo cual nos hace suponer que El Sol gira al rededor de nuestro planeta. Entonces, al observar a diario tales movimientos, es muy "lógico" creer que nuestro Astro Rey, da vueltas en torno a La Tierra. ¡Y sin embargo, no es así!, sino que tal movimiento solar no es más que aparente, y se debe al movimiento de rotación de La Tierra en torno a un eje imaginario, el cual nos produce la ilusión de que es El Sol el que gira en torno a La Tierra. Ahora bien, yo no sé si el Universo tiene un centro, en el cual podría estar ubicada La Tierra; pero lo que sí sé es que desde hace mucho tiempo, la ciencia moderna demostró que no es El Sol ni el resto de los cuerpos celestes quienes se mueven al rededor de nuestro planeta, sino que por el contrario, La Tierra, los restantes siete planetas y sus respectivos satélites, son los que se mueven en torno al Sol. Además, todos estos movimientos ya han sido perfectamente descritos, explicados y justificados por innovadoras teorías científicas; al menos, hasta que surjan otras de mayor peso y validez, lo cual para nada ha de extrañarnos...
Un sencillo ejemplo cotidiano: supongamos que en nuestra mano derecha tengamos una pelota de goma, mientras que en la izquierda otra de igual tamaño, pero de hierro. Ahora supongamos que colocamos ambas pelotas a igual altura del suelo, y las dejamos caer; ¿cuál de las dos llegaría primero al suelo? Bueno, la "lógica aparente" nos diría que la de hierro debería hacer impacto en el suelo mucho antes que la de goma, porque la primera pesa más, al ser el hierro más pesado que la goma; por lo tanto, la de hierro se precipita con mayor rapidez que la de goma. Y sin embargo, tal suposición es completamente falsa, porque ambas pelotas llegan al suelo con la misma velocidad y al mismo tiempo. Entonces, ¿qué es lo que falla? ¿Por qué lo que se supone "lógico" no se corresponde con lo que nos demuestra la realidad? En éste caso, la Física nos da la respuesta con muchos lujos de detalles, los cuales, por cierto, un estudiante de secundaria ya los puede comprender muy bien. Pero además, otro detalle que refuerza lo que erróneamente nos dice "la lógica aparente", es el hecho de que es evidente que si a cualquiera de nosotros nos cae desde una misma altura estas dos pelotas, la de hierro nos va a doler más que la de goma, y la razón para ello es que la de hierro trae mayor energía cinética y potencial que la de goma, al ser la primera de mayor peso; por lo tanto, su impacto en nuestros cuerpos sería más doloroso, pudiendo llegar incluso, a ser mortal.
Desde tiempos antiguos, algunos filósofos, entre ellos, Aristóteles, pensaban que los cuerpos más pesados caían al suelo con mayor rapidez que los más livianos. Esto era "lógico" de suponer. Incluso, también tenían sus propias teorías sobre la gravedad. Pero además, estos mismos filósofos pensaban que La Tierra permanecía inmóvil en el espacio, es decir, que ni rotaba, ni tampoco se trasladaba al rededor del Sol; ella estaba fija en El Universo, principio que se aceptaba de manera irrefutable por la gran mayoría de los hombres de ciencias de entonces, porque "la lógica aparente" así lo reflejaba. Además, ¿por qué pensar lo contrario, si hasta entonces no había ningún indicio "lógico" que nos demostrara otra cosa? Luego, fue necesario que transcurriera unos dos mil años, hasta el advenimiento de Galileo, para que tal creencia, la cual se aceptaba como un principio de autoridad, fuera echada por tierra, con aquel famoso experimento llevado a cabo por éste gran físico italiano, en la torre inclinada de Pizza, donde demostró que los cuerpos, sin importar su masa y su tamaño, caen a la tierra con igual velocidad y al mismo tiempo, cosa que hasta ese momento eran negadas, incluso, por la misma iglesia católica, lo cual provocó la excomunión de muchos, y el encarcelamiento y condena a muerte de otros, acusados de herejes; entre ellos, el mismo Galileo. Por lo tanto, a la hora de analizar ciertos fenómenos, es muy prudente tener en cuenta que tanto el llamado Principío de autoridad, así como también la llamada "lógica aparente" de la cual están cubiertos muchos fenómenos, no nos engañen en influyan de manera decisiva tras la búsqueda del conocimiento. Es verdad que ello no es tarea fácil, porque como ya he dicho: "No está en la naturaleza de las cosas, el poder entenderlas con facilidad".
Muchas personas tienen la peligrosa tendencia a negar la existencia de todo aquello que no pueden ver, ni tocar, ni mucho menos comprender; y si bien es verdad que antes de aceptarlo es preciso contar con cierta evidencia para que finalmente reconozcamos su existencia, al menos debemos estar conscientes de que lo más prudente es permanecer con la mente lo suficientemente abierta a cualquier posibilidad. No olvidemos que la peor ceguera es nuestra propia ignorancia, y que muchas veces, las cosas que hoy nos parecen absurdas, mañana podrían ser grandes realidades...
En el siglo 19, en El Reino Unido de Gran Bretaña, un profesor de escuela, teólogo, escritor y aficionado a las matemáticas, escribió una excelente novela, una fabulosa sátira, en la cual nos deja una gran moraleja relacionada con lo que más arriba expongo. Allí, éste genial pensador inglés no sólo nos pone a "jugar" con nuestra imaginación, sino que de igual manera, nos transmite esta valiosa idea, la cual consiste en no negar con tanta facilidad todas aquellas cosas que a nuestros sentidos no parecen ser tangibles, al no poder verlas, ni sentirlas, ni mucho menos comprenderlas. Pero además, con la lectura de esta novela podemos aprender lo incorrecto que es negar de plano la existencia de ciertos fenómenos, sólo por el hecho de que no podemos entenderlos ni explicarlos. Que yo no comprenda un fenómeno es una cosa, pero que exista es otra muy diferente. He aquí, pues, una gran lección que jamás debemos ignorar. Pero de esta novela hablaré en mi próximo artículo, el cual publicaré en éste mismo subforo...
Finalmente, no quiero decir con mi artículo que debemos aceptar todo, o creer en todo; de ninguna manera, sino que nuestra misión es ser abiertos y jamás creer que ya lo sabemos todo, como si los conocimientos, para nosotros, hubieran llegado a su fin. Ningún hombre medianamente sensato podrá inscribirse ante tal actitud, ni mucho menos cerrarse con afán a ella, porque ya la historia nos ha dado grandes lecciones en tal sentido, a la par que nos ha enseñado que las ideas y teorías más fecunda, la mayoría de las veces se incuban en las mentes de aquellos hombres que no se conforman con lo que saben ellos mismos y los demás, sino que mas bien se sienten insatisfechos con lo aprendido hasta ese momento, porque los conocimientos son vastos e infinitos...
Última edición por Alexis; 1 noviembre 2013 a las 00:31
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El siguiente Usuario agradeció a Alexis este mensaje:
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31 octubre 2013, 15:43
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