En 1945, fue publicada en El Reino Unido de Gran Bretaña, una singular novela, en la cual, su autor, nos revela la visión que él tenía sobre las estructuras de poder que muchas veces surgen en el seno de la sociedad humana. En su obra titulada "Rebelión en la granja", George Orwell enfila sus críticas específicamente contra la Rusia zarista, hasta los tiempos de Joseph Stalin en la Unión Soviética, y para ello, utiliza como argumento de su novela fabulada, la historia de una granja, donde había un grupo de animales que eran maltratados por su dueño. Pero estos animales, ya cansados de la tiranía de aquel déspota granjero, deciden amotinarse para luego echarlo de sus dominios y formar luego un gobierno que estuviera presidido por uno de ellos, donde habría respeto y paz entre todos, y ya no serían víctimas de ningún otro ser humano, a quienes declararon enemigos de los animales. Entonces, proceden a crear una especie de constitución compuesta por siete leyes, las cuales regirían, a partir de ese momento, la vida y el destino de todos esos animales en aquella granja; e igualmente, deciden elegir un líder, el cual los gobernaría con sabiduría y justicia, responsabilidad que recayó sobre un cerdo, el cual era protegido por una jauría de feroces perros. Pero resulta que luego de un cierto tiempo, el cerdo rey y sus ayudantes, empiezan a violar sus propias leyes, y a modificarlas a su antojo, según fueran sus conveniencias, y luego a convertirse en los nuevos tiranos de aquellos animales a quienes ahora gobernaban. Eran, pues, los nuevos déspotas de su raza animal, llegando a tal punto que hubo animales que debieron huir de aquella granja, si no querían morir acusados de ser traidores. El caso es que ya al final del relato, de todas estas siete leyes, sólo quedaba una que decía: "Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros".
En mi opinión, todo hombre tiene el legítimo derecho a vivir en paz con su familia, y a que se le reconozca y respete su dignidad, su costumbre, su cultura, su idiosincrasia y su identidad. Igualmente, yo también creo en la libertadad que todos tenemos para pensar como querramos y en el derecho a decidir nuestro destino. Pero nos guste o no, entre los hombres siempre será necesario que haya leyes que rijan nuestro comportamiento, y que en la elaboración de esas leyes es necesario que participen todos aquellas personas que reúnan un cierto requisito especial, y en las cuales deleguemos ciertos derechos, porque también es necesario e imperativo reconocer, que no todos podremos gobernar al mismo tiempo, ya que ellos es sencillamente imposible hacerlo.
Algo que a los hombres nos gusta mucho mencionar, es eso de "Nuestra identidad como nación", y "El derecho que como pueblo en particular tenemos para ejercer y disfrutar de esa indentidad"; y es por ello que no pocas veces andamos buscando constituir espacios donde se supone podemos "ejercer" ese legítimo derecho a tener tan anhelada identidad. De acuerdo. Pero lo peor del caso es que tenemos la peligrosa tendencia a olvidar que los mismos males que padecíamos cuando éramos colonias o dependientes de otras instancias geográficas, los seguiremos padeciendo después que nos hayamos independizado, porque al fin y al cabo, las querencias del hombre, independientemente de su raza son, por lo regular, muy similares, aunque tengan, como es lógico suponer, sus variantes. Y es por tal razón que hoy, por ejemplo, nosotros los americanos que ayer fuimos colonias de España, Portugal, Inglaterra o Francia, seguimos padeciendo los mismos males de hace siglos, o quizás peores aún. Ayer, América fue invadida y saqueada por España y otras naciones europeas, y luego esclavizaron a sus pobladores nativos; pero resulta que hoy, muchos de nuestros verdugos son precisamente nuestra propia gente. Y lo peor del caso, es que se ponen al servicio de los intereses de naciones extranjeras ¡Qué ironía!
Hace siglos, a los españoles y demás europeos que ocuparon por la fuerza éste continente, poco o nada les importaba las costumbres, el sentir y manera de ser de sus habitantes originarios o aborígenes; hoy, en cambio, a quienes menos les importa, son precisamente a nuestra propia gente que nos gobierna y que, por cierto, elegimos nosotros mismos. Entonces, aquí cabría preguntarse: ¿nos sirvió de lago la independencia? Esos que hoy nos gobiernan, ¿respetan y reconocen nuestras raíces, nuestras culturas e idiosincrasias ancestrales? Pero aún más: ¿es que acaso esas mismas culturas y costumbres ancestrales, no se supone que con el tiempo se van transformando y diluyendo, para adaptarse a las nuevas realidades y necesidades del hombre del presente y del futuro?...
En líneas generales, no dudo que naciones como España, Portugal, Inglaterra y Francia, por ejemplo, sean hoy muy diferentes a como lo fueron hace poco más de quinientos años; y esto mismo es exactamente aplicable a todas las naciones integrantes del Continente Americano, porque nosotros no sólo hemos cambiado biológicamente, puesto que ya somos un híbrido racial, sino que igualmente ha cambiado mucho nuestra manera de pensar y ver al mundo, a la par de que también ha cambiado nuestras necesidades. Luego, me pregunto: ¿qué habría sucedido si ninguna nación americana se hubiera independizado de aquellas metrópolis europeas que las mantenían ocupadas? ¿Quiénes seríamos hoy? ¿Habríamos vivido mejor o peor? ¿Y de nuestra indentidad qué?
No tengo una respuesta precisa para estas preguntas, y sólo las dejo abiertas para que reflexionemos sobre ellas...
Alexis.