pleyade
7 abril 2020, 11:43
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FICHA TÉCNICA
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SINOPSIS
Aquella noche inclemente del otoño de 1955, el hombre corrió alocadamente por la calle. Tropezó con una mujer, que no derribó porque ella se agarró en última instancia a un farol. El hombre no pidió perdón. Parecía azorado, perdido el control de sus nervios, latiéndole las sienes brutalmente.
—¿Qué le pasa a usted, impertinente? —preguntó la mujer de mal genio—. Se estrellará contra un farol. ¡Está loco!
Aquel hombre dirigíase tan apresurado a la próxima estación policíaca. Necesitaba llegar cuanto antes y contar la terrible noticia de que era portador.
Llegó a la puerta de la oficina policial. Al tiempo que se frotaba un pañuelo por la frente, entró con pasos vacilantes. Encontróse con el sargento de la sección de Homicidios.
—Pase. Algún suceso, ¿verdad? ¿Un incendio?
El desconocido palideció todavía más. Estaba tembloroso. De pronto soltó un gemido, humedeciéndose sus ojos.
—Hable, buen hombre. ¿Llora? ¿Le han robado? —insistió el sargento.
Contuvo los sollozos y alzó la cabeza. Tenía la mirada apagada.
—Sargento, acaban de asesinar a mi esposa… ¡Sí, la han matado! —exclamó, moviéndose sus lentes como consecuencia del pliegue de la frente.
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Aquella noche inclemente del otoño de 1955, el hombre corrió alocadamente por la calle. Tropezó con una mujer, que no derribó porque ella se agarró en última instancia a un farol. El hombre no pidió perdón. Parecía azorado, perdido el control de sus nervios, latiéndole las sienes brutalmente.
—¿Qué le pasa a usted, impertinente? —preguntó la mujer de mal genio—. Se estrellará contra un farol. ¡Está loco!
Aquel hombre dirigíase tan apresurado a la próxima estación policíaca. Necesitaba llegar cuanto antes y contar la terrible noticia de que era portador.
Llegó a la puerta de la oficina policial. Al tiempo que se frotaba un pañuelo por la frente, entró con pasos vacilantes. Encontróse con el sargento de la sección de Homicidios.
—Pase. Algún suceso, ¿verdad? ¿Un incendio?
El desconocido palideció todavía más. Estaba tembloroso. De pronto soltó un gemido, humedeciéndose sus ojos.
—Hable, buen hombre. ¿Llora? ¿Le han robado? —insistió el sargento.
Contuvo los sollozos y alzó la cabeza. Tenía la mirada apagada.
—Sargento, acaban de asesinar a mi esposa… ¡Sí, la han matado! —exclamó, moviéndose sus lentes como consecuencia del pliegue de la frente.
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