Sócrates
La situación pintaba mal, muy mal para aquel viejo y sabio maestro. Filósofo por convicción, inteligente, crítico a carta cabal, de mente universal, padre de la mayéutica y de "La ironía científica"; aquel que enseñaba en plazas públicas, dotado de inigualable oratoria, donde no había mínimo resquicio para lo que no fuera lógico, ahora yacía víctima del veneno de quienes lo odiaron con injusto encono. Para él, la búsqueda de la verdad era la fuente no sólo del conocimiento como tal, sino también una forma de existencia misma. Era liberadora. Pero más pudo su ingenuidad que la lógica esplendorosa de la cual estaba dotado.
Su apego a la ley y morir con estoicismo para dar buen ejemplo a sus discípulos de lo que significaba defender sus creencias y principios, aún a costa de la propia vida, fueron parte de sus mejores legados a la humanidad. Nunca conoció la arrogancia.