Sobre la pequeña mesa ubicada junto a su cama , encontraría la carta que dejé para ella y que no buscaba excusas; pero tampoco daba explicaciones. Se levantaría temprano para repetir el ritual de verse en el espejo, como si no supiera lo que en él habría y después al baño, el desayuno; hacer como si nada e ir a trabajar para seguir fingiendo. Se preguntaba si alguna vez llegaría el hombre cargado de presagios, ese animal místico que le corresponde en cuerpo y alma desde el inicio de los tiempos y que la libertará de esa extraña vida suya, de fiesta en cada noche y decepción cada mañana. En esto pensaba mientras sus ropas volaban por los aires, hasta caer sobre la pequeña mesa ubicada junto a su cama, donde mañana encontrará otra carta sin excusas y que tampoco servirá para darle explicaciones.
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