Y cuando todo parecía perdido, cuando había comprendido finalmente que solo tenía una opción, la de resignarme a seguir caminando tristemente en soledad, te vi. Al principio, dudaba, me pareciste un espejismo, pero, cuanto más me acercaba, más me daba cuenta que eras lo que tanto tiempo llevaba buscando sin encontrar: la meta, el oasis al que soñaba llegar.
Tus ojos me hipnotizaron, tu sonrisa me atrapó, y, sin tiempo a pensarlo, ocurrió: me dejé arrastrar por la deliciosa sensación de placidez que se apoderaba de mí cada vez que hablábamos, cada vez que me contabas de ti, de tus pensamientos, de tus sueños.
Por eso, y por mucho más, ahora ya sé lo que quiero: quiero que estés junto a mí, que no te vayas nunca de mi lado.