Nunca había visto unos ojos tan expresivos, tan completos, tan certeros. Tan, como dicen en mi pueblo, lleno de chispas y fulgores. Importa poco lo que contemplaban; si era el frescor del alba o un ocaso de perpetua llama, si la cima conquistada o las que están por conquistarse. Si veía al hombre, oprimido desde la brutal suma de injusticias, las cuáles sumadas; alimentan el oscuro metal de los rencores (El que habrá de fundirse en el ardiente horno de las reivindicaciones sociales).
¿Qué veía Guevara, el auténtico? Con aquellos ojos suyos, que semejan largos sorbos del bendito café de la mañana, el cual debe acompañar siempre, al pan de cada día. Aquellos ojos, por mí jurado, nunca tan expresivos como ahora. O más bien, como siempre. ¡Cántale, Carlitos Puebla!